¿Dónde está el Planeta Parto? ¡Y yo qué sé!

parto

He leído algunos libros que cayeron en mis manos durante mi embarazo y que seguro os suenan y muchxs de vosotrxs habréis leído también. Libros que «estaban de moda» en la red maternal donde me movía, escritos en muchos casos por expertos en ciertas áreas cercanas a la maternidad (ginecólogos, matronas, pediatras…), gurús en la materia en la que vivía inmersa día y noche: Iba a ser madre y necesitaba documentarme.

Seguro que a muchxs os pasa, ya seáis madres o padres primerizos, que de pronto sentís un abismo ante vosotros, «no tengo ni idea de lo que me espera», «No tengo ni idea de LO QUE SE ESPERA DE MI cuando me convierta en madre/padre». Y de esto trata este post.

Me centraré más en el papel de la mujer que dentro de poco se convertirá en mujer-madre y no tiene ni idea de lo que significa eso (obvio por otro lado, nunca ha sido madre antes) y se preocupa por «hacerlo bien». Entonces se lee todo libro sobre parto-maternidad-crianza-lactancia que cae en sus manos, o le recomienda su red maternal, o de pronto se convierte en best seller, o el cual se comenta y recomenta positivamente en redes sociales. Y de pronto comienza a familiarizarse con términos como «puerperio», «lactancia en tándem» o «planeta parto». Quiere hacerlo muy bien y visiona «partos orgásmicos» en Youtube y se empieza a dar masajes perineales con aceite esencial X y asiste a alguna sesión de hipnoparto. Además no se pierde su clase semanal de «yoga para embarazadas» y se apunta a un intensivo de canto prenatal porque ha oído que la cavidad vaginal está íntimamente relacionada con la cavidad bucal. Quiere estar preparada, quiere hacerlo muy muy muy bien.

Dejando claro que opino que la información es poder y que yo fui la primera que hizo, si no todo, buena parte de lo que cito arriba, quería añadir que muchas de las expectativas que yo misma me creé sobre mi parto-lactancia-puerperio-crianza dista mucho de lo que luego viví realmente. Y cuando lo viví me sentí en ocasiones juzgada. Juzgada por muchos a mi alrededor pero fundamentalmente juzgada por mí misma y todo lo que había leído-visionado-aprendido en los meses de embarazo. No sé si me explico. Pondré un ejemplo:

El Planeta Parto. ¿Dónde está? ¿Qué es? ¿Me fui mientras parí a mi hija? ¿hubo alguna interferencia durante el mismo para que no pudiera embarcarme en el viaje?….

Y digo yo: ¿qué más da? Parí a mi hija, me dejé llevar, tuve la suerte de decidir dónde parirla y quién me acompañaría en ese momento. Me sentí respetada en mis decisiones. ¡Pues ya está!

Con esto no pretendo dar lecciones a nadie, simplemente quería plasmar que hoy me doy cuenta de que cada mujer es única en el mundo y que no existen fórmulas universales para parir, ni para lactar y mucho menos para criar. Que si Michelle Odent dice que la presencia del padre entorpece el proceso de parto se equivoca, porque en mi caso eso no ocurrió. Que si Thomas Verny y John Kelly dicen que todo lo que nos sucede durante los nueve meses de gestación moldea nuestra personalidad, motivaciones y ambiciones significa que miles de mujeres embarazadas vivirán esta experiencia como un intento imposible de mantener un estado de equilibrio emocional constante (con la ansiedad que provoca eso, por otro lado). Que si Rosa Jové dice que no le gusta la palabra «límite» me niego a sentirme mal si en mi circunstancia personal no quiero borrarla de mi diccionario.

Y como estos, mil ejemplos más. No me arrepiento de haberme documentado, de hecho sigo leyendo sobre maternidad y crianza pero sí me queda un amargor de haberme dejado influenciar en exceso por estos gurús que en su día me señalaron con el dedo y me dijeron: «Yo conozco el secreto para hacerlo muy bien».

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La maternidad es un arte

Quiero compartir con vosotrxs la obra de arte en la que ha convertido nuestra maternidad la artista Nancy Coste. Cuando mi hermana me comentó que una fotógrafa buscaba a madres lactantes que quisieran posar totalmente desnudas y de manera voluntaria dando el pecho a sus bebés y niñxs, no lo pensé mucho tiempo: quería tener ese recuerdo, quería congelar para siempre este momento, mi maternidad. Cuando luego indagué sobre la artista me quedé fascinada por su trabajo y ya no hubo ninguna duda: LO HARÍA. Y lo mejor de todo era que mi hermana vendría a Madrid para fotografiarnos juntas con nuestra prole. La foto formaría parte de una serie llamada Milk en la que la lactancia materna es la protagonista. Podéis ver el resto de las imágenes en su página de facebook.

El día de «las fotos» quedamos cerca del estudio de Nancy y estábamos un poco nerviosas, pero en cuanto nos abrió la puerta y entramos en ese maravilloso ático supimos que estábamos en manos de toda una profesional. En el estudio no había nadie más, sólo ella con su amplia sonrisa y mirada transparente.

Me sorprendió la naturaleza con la que se desnudaron mis sobrinas y entendí que lo que allí se respiraba era arte del bueno, donde el pudor no tiene cabida y cualquier cuerpo es bello tras la cámara de Nancy Coste.

Durante la sesión me sentí genial, amamantando a mi hija rodeada de esos tapices del siglo XVIII. Pensé que merecíamos estar ahí, que nuestra lactancia era digna de admirar, que nuestros cuerpos eran líneas perfectas para la composición del mejor de los cuadros. Y pensé en todas las mujeres, poderosas musas de innumerables obras de arte, fuente de inspiración para todas las demás madres que se sienten perdidas, confusas, al borde del abismo a veces… Mujeres que se sienten superar por ellas mismas porque nunca imaginaron el poder tan grande que las aguardaba.

En la imagen te miro serena, protectora, segura, tranquila, pero a la vez desafiante, inalterable, loba, poderosa… Mi niña mira al cielo o a ninguna parte, juega con mi pecho mientras mama y se aprecia la plenitud y seguridad que encuentra en mis brazos. No la soltaré nunca y lo sabe. Siempre estaré ahí, sosteniendo su alma cada vez que lo necesite.

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By Nancy Coste

Tras varios flases, risas y alguna que otra acertada indicación de Nancy, ésta levantó su rostro tras la cámara y dijo «tengo la foto, ¡la tengo!». Nunca imaginé que días más tarde recibiría esta maravilla. Todo mi agradecimiento a la artista.

La maternidad es sagrada y merece ser tratada, como menos, cual maravillosas obras de arte.

*IMPORTANTE: Esta foto es propiedad de la artista Nancy Coste y está protegida al aparecer menores de edad en ella. Por favor, no difundas su contenido por separado ni la descargues en tu PC. Si deseas compartirla envía el enlace a la entrada de este blog. Muchas gracias.

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Helado de «teto»

Estos días en que el calor sofocante parece haberse instalado sin permiso en nuestros hogares de una forma aplastante, Zoe demanda muchísimo pecho. Necesita hidratarse más que de costumbre y anda todo el día persiguiéndome por casa gritando «teto», «mamá, teto». Desde siempre hizo masculina a la teta y le colocó una «o» al final, solo ella sabrá por qué. El caso es que el otro día me puse a hacer helados caseros para los adultos de la casa con soja y chocolate ecológico, y al colgar una foto en instagram, mi amiga Mariadelmar de Siénteme Crianza me recordó la brillante idea que ya había escuchado y leído años atrás en diferentes blogs maternales: ¿Por qué no hacer un helado con mi propia leche y ofrecérselo a mi hija?

En casa no tengo sacaleches, así que me dispuse a ordeñarme de manera manual. Al verme hacerlo, Zoe en seguida señalando mi pecho dijo «tetoooooo», así que me la puse al pecho que me quedaba libre y de esta forma las dos contentas: ella mamando y yo ordeñándome el otro pecho del que fluía la leche mucho mejor con la estimulación del contrario.

Al cabo de los días este ha sido el resultado: Un rico helado de teto.

la foto 1 Y Zoe encantada con la leche de su madre en formato sólido, bien fresquita para aliviar el dolor de la dentición que ahora además está en pleno auge con el nacimiento de los incisivos laterales. Al principio daba besitos al helado, pero en cuanto ha reconocido el sabor lo ha lamido y relamido como los mayores mientras declamaba un «mmmmmmm» de puro placer.

No lo dudéis ni un minuto, si queréis refrescar a vuestrxs bebés de forma sana y natural ofrecerles helados de vuestra cosecha propia. Yo repetiré la experiencia seguro. ¡Les encanta!

la foto 2

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…Y el Amor nació

Ayer a las 7.25h nació mi tercer sobrino; el primer varón de la familia.

Fue un parto respetado, en el hogar de sus hermanas y donde la madre se sintió acogida por los acompañantes y el equipo profesional que eligió. Un parto rápido, intenso, doloroso y placentero, duro e imparable según palabras de mi hermana.

El pequeño Hari (que así es como se llama) nació mirando al pubis de su madre (al cielo, como decía la matrona) y él sólo rotó entero al sacar la cabeza para salir. Un chico bien listo, sí señor.

Mi hermana parió de pie, apoyando los brazos en la cama de su dormitorio y ella misma lo acogió entre sus brazos para sacarlo y ponerlo piel con piel sobre su pecho.

Hari nació bajo la atenta mirada de su hermana mayor que no quiso perderse ese momento mágico y más tarde fue ella quien cortó el cordón que lo unía a su madre. La hermana mediana festejó con su risa infinita la llegada de su hermano.

¡Qué alegría poder contarlo! ¡Qué feliz me hace escribir esta entrada! No os lo podéis imaginar. Este niño viene a sanar una etapa difícil, viene a poner paz al hogar y sobre todo está lleno de amor, como su nombre…

…y como el amor impregna el aire, os dejo aquí esta canción kundalini para que cantéis conmigo en nombre de mi sobrino Hari.

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Jugar al Candy Crush Saga en el puerperio

Recuerdo un verano, estando mi hermana de reposo en su primer embarazo por una «supuesta» amenaza de parto prematuro, que le dió por jugar al bactericida del Brain Training de la Nintendo DS de mi madre. Era una adicción enfermiza, no paraba con la maquinita, estaba todo el santo día uniendo pastillitas del mismo color una y otra vez. Incluso recuerdo algún momento en el que, tirada en el sofá, me invitó muy amablemente a que le enchufara por favor la DS en la pared que se le acababa la batería. Un día le dije, «hermana, te vas a volver tonta con tanta maquinita» y ella me contestó que ya había ciertos estudios que hablaban de que a la mujer embarazada le encoge, literalmente, el cerebro. Las dos nos echamos a reír.

Pero es cierto. El estudio en sí es este y viene a decir que durante el embarazo se multiplican las conexiones neuronales (sobre todo en la zona del hipotálamo que es la que controla las emociones) y para ello el cerebro necesita encoger. Se vuelve, digamos más productivo y básico. Por ello durante el embarazo y después en el puerperio nos cuesta a las mamás elaborar un pensamiento lógico sin carga emocional, se nos olvida la mitad de las cosas (sin importancia en este momento), o parece que no nos enteramos de nada. Porque nuestro cerebro está en «modo madre-mamífera ON». En mi caso, la última ha sido que he perdido la llave del coche hace dos días. No sé dónde la he dejado. Ha desaparecido.

Nuestra mente está a las órdenes de la supervivencia de nuestra criatura y eso consume toda nuestra atención y nos hace más inteligentes. Así de simple. No hay más.

Sin embargo sí nos ocupamos, la gran mayoría de madres de clase media occidentales, en otras muchísimas tareas que nada tienen que ver con la maternidad. Hagamos una pequeña lista de alguna de ellas:

  • Hacer el desayuno, la comida y la cena (algunas, para todos los miembros de la familia)
  • Poner lavadoras
  • Poner el lavavajillas (las que tenemos la «suerte» de tener uno. A las que no, les toca fregar los cacharros)
  • Escribir en el blog (Esto se hace con mucho placer pero nada tiene que ver con la maternidad, seamos francas)
  • Recoger juguetes (Sí, esto tampoco tiene nada que ver con la maternidad. Quizás sí jugar con esos juguetes, pasándolo bien con tu hija/o, pero desde luego no recogerlos)
  • Pasar el aspirador, barrer.
  • Fregar el suelo
  • Conducir.
  • Llamar a tu compañía de teléfono por algún problema con el fijo o el móvil (siempre pasa).
  • Limpiar el polvo
  • Limpiar los baños
  • Mirar facturas, ordenarlas, llevar un poco de control en la economía familiar.
  • Ir a hacer la compra
  • Limpiar los cristales
  • Pensar en los regalos de quienes cumplen años y salir a comprarlos (ahora los de navidad).
  • Recoger la casa (Alguien debería contabilizar el tiempo que se pasa una solamente recogiendo; acumular ese tiempo y regalárnoslo al final del año)
  • Hacer la cama
  • Trabajar fuera de casa (Las que lo hacen, además tienen que soportar estar separadas de sus criaturas 4, 6, 8 o más horas al día. Tremendo, vamos)

Como véis he hecho la lista corta, podéis ampliar lo que queráis en los comentarios, seguro que se os ocurren mil cosas más. El caso es que todo esto se hace con un cerebro encogido y preparado casi por entero a preservar la superviviencia de nuestros bebés. ¿Os imagináis el sobreesfuerzo? ¿Os imagináis la dificultad? ¿Os imagináis la carrera de fondo que supone para una puérpara preocuparse por todas estas chorradas (quitando lo de «escribir en el blog», que por supuesto no es ninguna chorrada)?

Bueno, pues el cerebro necesita descanso, y de esto trataba el post de hoy, de maneras de relajarlo como mejor se puede. Yo conozco tres maneras de relajar un cerebro de embarazada o puérpara y os las voy a contar:

  1. Enganchándoos a Gran Hermano. No hay nada mas tonto y efectivo que engancharse a un reality para no pensar en nada. ¿Me equivoco? Durante mi embarazo no hice otra cosa, me lo pasé entero con «el pelocho» y compañía. Este año parece que no hay GH, pero no os preocupéis, en su defecto vale encender la tele y poner cualquier programa del corazón. El efecto es el mismo.gran-hermano
  2. Meterse en Facebook. Aquí se piensa un poco más, sobre todo si comentas alguna publicación de tus amigos o lees algún artículo que hayan compartido, pero por lo menos no te estresas y te entretienes un montón.Captura de pantalla 2013-12-20 a las 19.11.51
  3. Jugar al Candy Crush Saga. Este es mi secreto. Viene a ser el mismo caso que el de mi hermana con el bactericida pero está más de moda. Yo lo he descubierto hace dos días (soy dura, sí) y estoy encantada. Soy feliz uniendo caramelitos y haciéndolos explotar.  Cuidado, creo que engancha más que el bactericida.

Pues lo dicho, como parece bastante improbable que nos suceda lo que a una suertuda mamífera y bloguera con un tal Brad, y si además no nos toca mañana el gordo, lo mejor  va a ser darle al Candy Crush Saga de vez en cuando. Aunque realmente hay muchas otras formas de relajar un cerebro en «Modo madre-mamífera ON». ¿Cuál os funciona a vosotras? Me encantará conocer formas nuevas. ¡Lo necesito! 😉

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El primer amor se llama «amor de leche»

Hay tantas historias de lactancia como historias de amor. Y cada una de ellas además están protagonizadas por una mujer y un bebé distintos a otros. En cada historia hay dudas, consuelo, lágrimas, sonrisas, miedo, amor, angustia, cansancio, fortaleza, ganas, deseo, sueños, milagros, tiempo, lucha, constancia, abandono, temeridad, confianza, superación, sorpresa… y mil cosas más.

Nuestra historia de amor, o de lactancia, o de las dos, fue muy dura al principio, pero una cosa estaba clara y era mi deseo de amamantar a mi hija. Ese deseo era tan fuerte, que ni el dolor, ni el cansancio, ni las lágrimas, ni los comentarios de la gente… pudieron con él. Sufrí una mastitis subclínica casi desde el momento uno y ahora lo recuerdo como un mal sueño porque aquel dolor no podía ser real. Sin embargo lo era y sufrí mucho. Me veo a mí misma botando de dolor en la cama, tensando el cuerpo al máximo, mordiéndome la boca hasta hacerme heridas. Cada grieta en mi pezón, cada movimiento de lengua de mi pequeña al succionar, cada roce de ropa… uf! dolía, claro que dolía. Pero dolía mucho más el ver que mi deseo se iba a quedar en eso, en un simple deseo sin cumplir.

No me iba a resignar, no después de haber parido a mi hija de la forma que la parí; no después de haber imaginado tantas veces ese momento de lactancia placentera. NO.

Así que empecé un tratamiento con probióticos a los 8 días de nacer mi hija, que aún continúo (aunque con menos dosis) 8 meses después. Me puse en manos de un veterinario, sí, por ser el mayor experto en mastitis humanas de España. Y gracias a su investigación a través de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, pude tratarme completamente gratis. Gracias Juan Miguel.

Mientras tanto el tiempo pasaba, y la boca de mi pequeña crecía. Ella empezó a aprender a mamar mejor, abriendo más la boca y yo por mi parte empecé a coger maña a la hora de colocarla al pecho. La miraba, la miraba constantemente: despierta, dormida, mamando… Y empecé a amarla como se merecía. Nunca olvidaré cómo me acarciaba el costado siempre que la ponía al pecho al principio; me daba ánimos con esa caricia, sentía como me decía «gracias mamá, lo estás haciendo fenomenal». Y el dolor se fue haciendo cada vez más liviano, más soportable. La resistencia dejó paso a la aceptación y la lactancia se instauró. No sustituí una sola toma por leche de fórmula. Mi deseo se hizo realidad.

El primer amor nos puede sobrepasar porque es demasiado nuevo, desconocido, torpe, inseguro… pero con el tiempo los amores maduran, crecen, se enraizan y crean sólidas estructuras, se hacen expertos y poderosos. Los amores de leche nada tienen que ver con los dientes de leche, aunque compartan apellido. No se sustituyen por nada. Son definitivos.

Dibujo de K.M. Berggren

Dibujo de K.M. Berggren

Esta canción es un canto a la lactancia y está dedicada a todas las mujeres que desean amamantar. ¡Leche para todxs! (Podéis escucharla pinchando sobre el enlace a BandCamp)

AMOR DE LECHE

Te rodeo con mi brazo. Te aseguras de que soy yo.
Hoy mi leche se abre paso desde el mismo corazón.

Visualizas cómo late, marca el ritmo de succión.
Y ya duermes mientras pienso: poderoso es este amor.

(Estribillo): Amor del bueno, amor sin miedo,
amor de leche. Poderoso es este amor.

No lo he visto, no lo he hecho, pero sé que mi interior
desenreda la cadena que heredamos con honor.

Tú me miras, yo te mimo. Tú respiras yo suspiro.
Y aprendemos cada paso de este baile a dos tranquilo.

(Estribillo)

Cuando la sombra te atrape: respira.
Deja a tu llanto brotar al compás.
Cuando la vida atraviesa derriba todo.
Toma conciencia y vuelta a empezar.

Me acaricias el costado.
Mi otro pecho goteando.
Vas creciendo, voy creando.
Todo fluye a tu lado.

(Estribillo)

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Desde que soy madre

Desde que soy madre no veo las noticias, ni ningún programa de televisión. No enciendo la tele. No voy a manifestaciones ni hablo de política. Desde que soy madre no me maquillo ni me pongo tacones. Tampoco he ido al cine en este tiempo. No salgo de noche y he dejado de beber alcohol. No fumo, no me drogo, no me interesa. No leo novelas, ni revistas, ni abro el periódico. No me he enganchado a ninguna serie bajada de internet. Desde que soy madre no voy «de compras» ni me importa «estar guapa». No soporto ningún sujetador con aros o relleno. No hago deporte. Tampoco me he dado ningún baño relajante. No recuerdo lo que significa «tiempo libre». No hago planes ni tengo una rutina fijada para cada día. Desde que soy madre no he experimentado en la cocina con una nueva receta. No sé lo que es dormir del tirón. Ya no escucho música por la calle ni voy a conciertos. No he viajado fuera de la península. No he cogido ningún avión ni ningún tren. No me he separado mas de dos horas de Zoe. No sé lo que es estar sola.

embarazo

Desde que soy madre me río más veces al día. siento que la vida es más simple y sencilla. Me deleito con la brisa de la mañana y tu pelo naranja ondeando al compás. Me he hecho experta en cambiar pañales a buen ritmo. Tengo sueños extraños que comunican muchas cosas. Valoro los buenos gestos y las buenas palabras más que nunca y detesto a la gente de negro corazón. He entendido a mi madre. Escucho más y hablo menos. Siento que he conectado con la crianza más básica: porteo a mi bebé, duermo con ella, atiendo sus llamadas… Desde que soy madre aprendo cada día contigo. Improviso con facilidad. Me emociono con más facilidad. Me he dado cuenta de la función real de partes de mi cuerpo como es el pecho o mi vagina. Observo el paso del tiempo con cada estación, me encanta ver caer las hojas en otoño o el brillo del sol sobre el agua del mar en verano. Soy más creativa. Descubro la fuerza que tengo, el aguante y la resistencia día a día. Leo más blogs que nunca. Me siento en red. Soy más generosa. Desde que soy madre siento un cierto cariño hacia mis ojeras. He dejado de ser escrupulosa y perdido el pudor por lo escatológico. Me ducho a velocidad del rayo y no me dejo ningún rincón del cuerpo por enjuagar. He conocido a gente interesante, a mujeres sabias y a madres maravillosas. Creo que los detalles aportan realidad a la vida y veo en lo pequeño la grandeza del Mundo. He notado que tengo más paciencia, muuuuucha más paciencia. Como más sano. He vuelto a experimentar la capacidad de asombrarme, se sorprenderme. Vivo cada momento más consciente. Me he enamorado otra vez de una forma que no he experimentado nunca. Desde qué soy madre siento que puedo cambiar el Mundo.

¿Qué ha cambiado la maternidad en tu vida?

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Amor a primera vista. ¿Existe?

Seguro que habréis leído en innumerables artículos o blogs sobre maternidad que el vínculo entre madre y bebé es algo importante, casi sagrado. Por nuestra naturaleza mamífera, madre y bebé deben ser una díada para que la lactancia se lleve a cabo y se asegure la supervivencia de la especie. Además la cría humana nace «inmadura», de hecho al periodo posterior al nacimiento se le llama exterogestación, porque en cierta forma, la última etapa de desarrollo del bebé (hasta los dos años aprox.) se lleva a cabo tras el nacimiento, fuera del vientre de la madre.

Por todo ello es fundamental la NO SEPARACIÓN de madre-bebé tras el parto, para favorecer ese vínculo primario imprescindible. La abusiva medicalización del parto, así como las intervenciones de rutina según los protocolos de muchos hospitales dificultan enormemente este vínculo.

Según la escritora y feminista Casilda Rodrigáñez:

En todos los mamíferos hay una impronta o atracción de la madre hacia su cachorro que se le queda psicosomáticamente «imprimida». Se trata de un estado de simbiosos entre madre-criatura que necesariamente implica la mayor catexia libidinal de toda nuestra vida.

In the mirror

Esta impronta es lo que denominan muchas mujeres como «amor a primera vista» con su bebé. A veces esa primera mirada tras el parto, esa conexión profunda entre madre y cría a través de los ojos te hace vivir un verdadero sentimiento de enamoramiento. Te engancha, como la más dura de las drogas. Hormonas como la oxitocina o las endorfinas ayudan a que esa impronta surta efecto y hacen que tras el parto nos encontremos literalmente «en una nube».

Pero en ocasiones no es un amor a primera vista lo que siente una madre al parir a su hijo/a. A veces el vínculo tarda en producirse. Puede que sea por una separación temprana, como decía; o por un entorno poco favorable, como puede ser el hospital o la casa llena de gente (las típicas visitas) sin tiempo para profundizar en esa relación entre madre y criatura; quizás también el que exista algún problema físico, como puede ser una fuerte migraña tras la analgesia epidural o fiebre por algún tipo de infección o quizás problemas para comenzar la lactancia, dificulta esta conexión.

Yo tuve un parto cero intervenido, fue en casa y no hubo separación en ningún momento. Es cierto que aquella primera mirada me atrapó pero reconozco que el vínculo se formó más tarde. Quizás fue debido a la mastitis subclínica que padecí los primeros meses. Una mastitis que no me dejó disfrutar como hubiera deseado de esos primeros momentos de vida de mi bebé. Incluso llegué a sentir algo de rechazo porque el contacto con ella era sinónimo de sufrimiento para mí.

Con el tratamiento adecuado y sin sustituir ni una sola toma por leche de fórmula, empecé a acercarme a ella, a cogerla en brazos mientras dormía, a contemplar cada gesto, cada gorgojeo… y entre tanto la lactancia se estableció y yo me empoderé en mi rol de madre. El vínculo se dio poco a poco, de manera natural, en nuestro tiempo y nuestro espacio. Ahora vivo un romance profundo con mi hija y siento que, aunque lo nuestro no fue un flechazo, cada día crece nuestra intensa historia de amor.

¿Cuándo creaste el vínculo con tu bebé? ¿Te animas a compartir tu historia?

photo by: Pavel P.
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No tengas miedo (ni siquiera en Halloween)

Esta tarde mi hija me ha dicho que le cante una canción. No sabe hablar, solo tiene seis meses y medio, pero se busca las mañas para comunicarse conmigo y creo que ha sido bastante explícita:

Zoe quiere una canción

Y como hoy es Halloween y en teoría se levantan los muertos y asustan mucho, mucho, pues he decidido cantarle esta canción que le compuse una noche que no paraba de llorar cuando era muy bebé. Espero que os sirva de nana para vuestr@s pequeñ@s cuando tenga miedo de noche. Ahí va:

NO TENGAS MIEDO

Tú tan pequeña, tanto.
Mi voz se quiebra tanto.
La luna brilla hoy desde lo alto
no tengas miedo que te canto.

Mi voz te abraza, toma mi mano.
La noche tiembla con tu llanto.

(Estribillo): Y piensa que la noche es un lugar para soñar.
Soñando tus deseos hoy se pueden realizar.
Y las estrellas, juntas, tu camino alumbrarán.
El miedo ya se va a otro lugar.

Las notas vuelan sobre tu cuarto,
son de colores, tantos.
Y ve con ellas, vuela muy alto.
No tengas miedo que estás jugando.

Mi voz te abraza. Toma mi mano.
La noche ríe con tu encanto.

(Estribillo)

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Hoy vuelvo a tener las manos frías

Una de las cosas que más me sorprendieron durante el embarazo a nivel físico (quitando el pelazo fuerte y brillante y la enorme curva bajo mis pechos) fue que mis manos y pies siempre estaban calientes. Yo nunca he tenido las manos y los pies calientes, y sin embargo en el embarazo notaba cómo la sangre corría más rápido y llenaba de energía cálida las puntas de mis extremidades.

manos en el embarazo

El cuerpo nos habla, nos da señales, pistas de lo que debemos cambiar o tener en cuenta. Nos cuenta historias sobre cadenas familiares que heredamos y nos avisa de los patrones de dolor y enfermedad que repetimos. Mi abuela, por ejemplo, también tiene siempre las manos frías; incluso en invierno coloca las manos sobre el radiador para entrar en calor, y no se quema.

Toda reacción física tiene un origen emocional. Muchas emociones tienen un rebote físico, porque al fin y al cabo, somos un todo y no podemos separarnos por partes, sino que cada parte (cuerpo, mente, alma) se acciona conforme la otra lo hace.

¿De dónde vendrá entonces este hielo? ¿De dónde vendrá este invierno que nos hace a muchas mujeres de mi familia sentir tanto frío en las manos?

Según El Gran Diccionario de las Dolencias y enfermedades de Jacques Martel:

Soy una persona friolera (…) si tengo una gran sensibilidad al frío. Esta friolencia frecuentemente aparece después de un suceso en que viví una separación con una persona, un animal o incluso un objeto (…) y que sé que nunca jamás volveré a tener. Vivo un gran frío porque perdí el amor, la atención, el contacto físico con el objeto de la separación. (…) Así que tomo consciencia de que necesito “más calor en mi vida”, o si se quiere, más amor, o reconciliarme con lo que me separó de lo que representaba para mí el amor.

espejo

Quizás algo de esta definición sea cierta en mi caso, no lo sé, tendría que hacer un trabajo en profundidad para aprender sobre mí misma. Pero a lo que voy con esta entrada es a que por primera vez desde que parí, vuelvo a tener las manos frías. Es como empezar a salir de este estado de puerperio y volver a encajar las piezas que se desplomaron aquel 6 de abril en esa cama, la cama donde parí a mi hija. Y no sé por qué, me da pena. Creo además que no estoy preparada, que todavía hay cosas que tratar, todavía es necesario un periodo más de adaptación, de maduración… Además, sintiendo de nuevo este hielo, veo que las cosas no han cambiado tanto, no todo lo que esperaba. Vuelvo a encontrarme con la misma Beatriz de antes cuando en realidad esa Beatriz ya no existe. No sé si me explico.

Hoy vuelvo a tener las manos frías. Pero he descubierto el antídoto hace un momento. Mi hija se ha despertado llorando mientras escribía este post y la he cogido en brazos para darle de mamar. Os juro que ha sido mágico: mis manos han entrado en calor. La he mirado detenidamente mientras volvía a coger el sueño en mi regazo y he sentido cómo mi leche fluía sin control. Mis manos recibían todo el amor de su pequeño cuerpecito y las ha calentado al momento.

Creo que mi hija es el mayor regalo de este mundo. Ha venido desde otro a sanar cada dolor, a llenar cada vacío y a calentar con su presencia cada frío rincón de mi cuerpo.

Gracias pelirroja.

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