Me fui sin decir nada

Este post es una disculpa.

Por desaparecer y no dar señales de vida. Por no decir que cerraba por vacaciones. Me dejé llevar por la vaguería, por ese sentimiento de «qué-bien-que-estoy-de-no-hacer-nada» que tan poco nos cuesta admitir. Pido perdón por haber desatendido tres veces la canción de la semana y haberos dejado sin música. Y por llenar de vacío las redes sociales durante veintiún días…

El caso es que preguntándome por qué me fui sin avisar, sólo llego a una conclusión: Necesitaba una ruptura, un espacio entre lo antigüo y lo nuevo… Llevo dos años sin trabajar fuera de casa y apegada a mi hija casi 24 horas al día y en breve todo mi mundo cambiará. Septiembre es el mes de los cambios, de los nuevos retos, las etapas cumplidas y la vuelta a empezar. Siento que me espera una maternidad diferente, en la que ya me siento más dentro que fuera y donde el desapego adopta un papel relevante. De un tiempo a esta parte noto que busco de nuevo una identidad individual. Veo a mi hija crecer y correr lejos de mí cuando bajamos al parque y me enorgullezco. Mi comadrona me dijo una vez «nuestros hijos no somos nosotros» y ahora veo claramente a qué se refería. Me alegra pensar que mi hija no soy yo, y que no viene a sanar nada de mí, que nada tiene que ver con una proyección de lo que fui o pude ser… NO. Mi hija es única en el mundo y ha venido a experimentar la vida por sí misma y para sí misma. Y yo solo soy su filtro, de momento, su zona segura para poder descubrir cada matiz del devenir de las cosas.

Con todo esto no vengo a justificar que en unos días comenzaremos el periodo de adaptación en la escuela infantil elegida para Zoe, no miento cuando os digo que estoy aterrada al pensar que dejaré a mi hija siete horas diarias en un lugar extraño y bajo la responsabilidad de una desconocida y once bebés en las mismas condiciones. No. Solo siento la necesidad de estar conmigo misma en algunos momentos. Necesito volver a tener el poder de mi cuerpo, por ejemplo. Ya no me apetece que esté al servicio de Zoe en el momento que ella quiera y reconozco que ese sentir a la vez me crea una culpa inmensa…

Es momento de cambio y los cambios siempre traen inestabilidad (aunque finalmente sean para bien).

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Esta foto me la tomé el 25 de octubre de 2011 y la guardé en el móvil con una nota en la que me prometía no cortarme el pelo hasta quedarme embarazada. Cuando supe que esperaba a Zoe, pero aún no sabía si era niño o niña, la prueba fue a más y dije que no me cortaría el pelo hasta que naciera mi primer/a hijx. Sin embargo el pelo creció todo este tiempo con la única intrusión de sanearme un poco las puntas de uvas a peras.

Hace unos días tuve la necesidad imperante de despojarme de todo ese cabello que ya no lo notaba parte de mí y de nuevo necesitaba romper…

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Así que os pido un favor: hagamos que éste paréntesis no sea más que restos de pelo cortado en el suelo de cualquier peluquería de barrio.

¿Empezamos de nuevo, entonces?

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6 pensamientos en “Me fui sin decir nada

  1. Empezaré diciendo que me gusta el cambio de look. Yo lo hice a principios de Junio y qué alivio!! Por otro lado estoy resistiéndome a poner a mi peque en la guardería. La suerte que tengo ayuda, abuelos, tías…y todos me animan a dejarlo un poco más. Trabajo menos y paso mucho tiempo con él pero inevitablemente el momento llegará y tengo que retomar las opciones que inicié en su día.
    Te entiendo en cada palabra, dedicación y a la vez necesidad de un poco para mi, necesidad de estar conmigo pero corro a buscarlo en cuanto tengo un momento libre… ya nos irás contando como va ésa adaptación de mamá trabajadora y pequeña Zoe.

    Un abrazo.

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