Un mar de dudas al final del embarazo

En la recta final del embarazo las mujeres solemos inundarnos de dudas e inseguridades. Por muy informadas que estemos y por mucho trabajo de empoderamiento que hayamos realizado previamente, parece que al final, una neblina se alojara entre nuestra frente y el mundo que impidiera ver con claridad y fortaleza. Las dudas más frecuentes suelen ser:

Imagen de www.mamamimame.com

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¿Podré parir?
Estamos tan desconectadas de nuestra sexualidad y nuestros cuerpos que muchas veces no confiamos en nuestra propia capacidad para parir como mamíferas que somos. Cuando surja esta pregunta, quizás te ayude hacerte otra: ¿por qué desconfío de mi poder para parir, si las mujeres llevan pariendo al rededor de 800.000 años?

¿Y si algo sale mal?
Lo primero cuando surja esta duda es pararse y concretar. «Algo» es demasiado amplio. ¿A qué es a lo que tienes miedo? Haz una lista de todo lo que se te ocurra que «podría salir mal» y no dudes en preguntarle a tu matrona. Páginas de asociaciones con información fidedigna basada en la última evidencia científica como la de El Parto es Nuestro también pueden serte de gran ayuda. Te propongo otra pregunta: ¿por qué pienso que algo puede ir mal?

¿Cuándo sabré que el parto ha empezado?
Lo sabrás, no te quepa duda. Se puede hablar de parto propiamente dicho cuando la mujer siente contracciones rítmicas (a veces regulares) que se mantienen durante dos horas y no desaparecen cuando se relaja. Se considera parto a partir de tres centímetros de dilatación del cuello del útero. En cualquier caso: si el parto comienza y no me doy cuenta ¿por qué he de preocuparme?

¿Y si me paso de fecha?
La fecha probable de parto (FPP) es justo eso: probable. De hecho debería llamarse más bien «fecha IMPROBABLE de parto» ya que sólo el 4-5% de las mujeres paren el día asignado en las revisiones. También es importante tener en cuenta que desde la semana 37 y hasta la semana 42 se considera un parto normal, y eso son 5 semanas de margen, que no es poco. Según mi experiencia te propongo que cuando te pregunten, digas que estás de tres semanas menos de las reales, de esta forma evitarás la presión de tu entorno en lo que a FPP se refiere. Con la presión que se ejerce una misma ya tenemos más que suficiente. Cuando te surja esta duda, dale la vuelta a la pregunta y piensa: ¿Qué día elegirá mi bebé para nacer? ¿Soy capaz de abandonarme a la sorpresa?

¿Podré aguantar el dolor?
El dolor en el parto es algo en lo que pensamos las mujeres embarazadas, sobre todo al final del mismo. Si además somos primerizas, la incertidumbre es todavía mayor. En el imaginario colectivo reside la idea de que no hay nada más doloroso que un parto. Una idea equivocada desde el principio si entendemos el dolor como algo subjetivo ya que cada persona tiene una percepción distinta del mismo. Pero es que además, durante el parto hay otras muchas sensaciones (algunas muy placenteras) de las que nunca hemos oído hablar. A mí me ayudó muchísimo la lectura «El Dolor del Parto» de Verena Schmid. El dolor por un lado nos induce al cambio (de postura, de respiración…) y por otro nos conecta con nosotras mismas haciéndonos mirar hacia adentro. Es una herramienta necesaria para la transformación y forma parte de la dualidad de la vida. Te sugiero que te plantees la pregunta de esta manera: ¿Qué sensaciones acompañadas al dolor experimentaré en mi parto? O también ¿Qué se transformará en mí, si dejo pasear por mi cuerpo libremente el dolor? 

¿Y si me sucede lo mismo que la otra vez?
Una mujer que ha sufrido un parto traumático previo, o simplemente que algo se complicó en el último momento, suele tener aquello que sucedió muy presente en sus siguientes embarazos. El miedo es necesario, para mantenernos alerta y reaccionar con previsión pero no podemos dejar que se apodere de nosotras. Que te ocurra LO MISMO que la otra vez es estadísticamente imposible, así que olvida esa idea que solo te hace sufrir. Piensa que es un embarazo diferente, una criatura diferente, y sobre todo TÚ eres una mujer diferente a la que eras antes de este embarazo. También te aconsejo ir sin espectativas. Esto no quiere decir ir a ciegas, es necesario elaborar un plan de parto donde queden reflejadas tus preferencias, por supuesto; pero no te obceques en una idea porque el día del parto puedes pensar algo completamente diferente, y está bien. ¿Y si sucede todo lo contrario a lo de la otra vez? ¿Cómo nacerá estx hijx?

Como éstas, hay tantas dudas como embarazadas en el mundo y a cada una nos preocupan unas cosas diferentes. Yo recuerdo sentirme idiota, me decía a mí misma «pero toda esta mierda, ahora, ¿por qué? Si yo siempre he confiado en mi parto…». Qué difícil es abandonarse a la sorpresa, intentar dejar de controlar por un momento, y si el parto se caracteriza por algo, es que es incontrolable. Para empezar, las contracciones van y vienen sin tú poder hacer nada para impedirlo y cuando empiezan las ganas de empujar ya ni te cuento. El cuerpo tiene su lenguaje propio, va por libre y yo te recomiendo que lo dejes bailar a su manera. Su sabiduría es infinita. ¡Vas a flipar!

Cambia las preguntas en negrita por las preguntas en cursiva. No hace falta responder a ninguna de las nuevas preguntas. Sí es necesario hacértelas y la reflexión viene a continuación sin necesidad de responder.

Espero que te haya sido de ayuda este post. ¿Alguna duda que compartir?

Hoy vuelvo a tener las manos frías

Una de las cosas que más me sorprendieron durante el embarazo a nivel físico (quitando el pelazo fuerte y brillante y la enorme curva bajo mis pechos) fue que mis manos y pies siempre estaban calientes. Yo nunca he tenido las manos y los pies calientes, y sin embargo en el embarazo notaba cómo la sangre corría más rápido y llenaba de energía cálida las puntas de mis extremidades.

manos en el embarazo

El cuerpo nos habla, nos da señales, pistas de lo que debemos cambiar o tener en cuenta. Nos cuenta historias sobre cadenas familiares que heredamos y nos avisa de los patrones de dolor y enfermedad que repetimos. Mi abuela, por ejemplo, también tiene siempre las manos frías; incluso en invierno coloca las manos sobre el radiador para entrar en calor, y no se quema.

Toda reacción física tiene un origen emocional. Muchas emociones tienen un rebote físico, porque al fin y al cabo, somos un todo y no podemos separarnos por partes, sino que cada parte (cuerpo, mente, alma) se acciona conforme la otra lo hace.

¿De dónde vendrá entonces este hielo? ¿De dónde vendrá este invierno que nos hace a muchas mujeres de mi familia sentir tanto frío en las manos?

Según El Gran Diccionario de las Dolencias y enfermedades de Jacques Martel:

Soy una persona friolera (…) si tengo una gran sensibilidad al frío. Esta friolencia frecuentemente aparece después de un suceso en que viví una separación con una persona, un animal o incluso un objeto (…) y que sé que nunca jamás volveré a tener. Vivo un gran frío porque perdí el amor, la atención, el contacto físico con el objeto de la separación. (…) Así que tomo consciencia de que necesito “más calor en mi vida”, o si se quiere, más amor, o reconciliarme con lo que me separó de lo que representaba para mí el amor.

espejo

Quizás algo de esta definición sea cierta en mi caso, no lo sé, tendría que hacer un trabajo en profundidad para aprender sobre mí misma. Pero a lo que voy con esta entrada es a que por primera vez desde que parí, vuelvo a tener las manos frías. Es como empezar a salir de este estado de puerperio y volver a encajar las piezas que se desplomaron aquel 6 de abril en esa cama, la cama donde parí a mi hija. Y no sé por qué, me da pena. Creo además que no estoy preparada, que todavía hay cosas que tratar, todavía es necesario un periodo más de adaptación, de maduración… Además, sintiendo de nuevo este hielo, veo que las cosas no han cambiado tanto, no todo lo que esperaba. Vuelvo a encontrarme con la misma Beatriz de antes cuando en realidad esa Beatriz ya no existe. No sé si me explico.

Hoy vuelvo a tener las manos frías. Pero he descubierto el antídoto hace un momento. Mi hija se ha despertado llorando mientras escribía este post y la he cogido en brazos para darle de mamar. Os juro que ha sido mágico: mis manos han entrado en calor. La he mirado detenidamente mientras volvía a coger el sueño en mi regazo y he sentido cómo mi leche fluía sin control. Mis manos recibían todo el amor de su pequeño cuerpecito y las ha calentado al momento.

Creo que mi hija es el mayor regalo de este mundo. Ha venido desde otro a sanar cada dolor, a llenar cada vacío y a calentar con su presencia cada frío rincón de mi cuerpo.

Gracias pelirroja.

Aquello de lo que nunca hablamos

Hoy os quiero hablar de un tema tabú. De un lugar de nuestro cuerpo del que (nadie sabe muy bien por qué) nunca hablamos. Ese lugar es el Suelo Pélvico.

Una mujer empieza a oír hablar de «dicho suelo» cuando se queda embarazada: que si es bueno masajear el periné para evitar episiotomías, que si está muy bien hacer ejercicios de Kegel, que si hay que evitar un suelo pélvico hipertónico para el parto pero no dejar tampoco que sea hipotónico…

Así que esa mujer empieza a leer y familiarizarse con términos que no había escuchado nunca.

El suelo pélvico es un conjunto de músculos que se encuentran en la cavidad pelviana y que soportan, entre otras cosas, las vísceras abdominales y pélvicas dándonos el poder de andar erguidos como nuestra especie lo requiere. Son músculos potentes que trabajan junto a los músculos abdominales transverso y oblicuo interno.

Os quiero contar mi caso, que por otro lado va a ser como abrirme en canal ya del todo porque, la verdad, es un tema bastante íntimo, pero creo que mi experiencia puede ayudar a muchas otras mujeres a evitar problemas con su suelo pélvico.

Mi parto fué maravilloso. Si no has tenido ocasión de leer mi relato te animo a que lo hagas ahora para entrar en materia antes de continuar leyendo este post. La rapidez del mismo me hizo dudar sobre el estado posterior de todo lo que «allí dentro» se encontraba, pero tras la exploración de mi comadrona querida me quedé muy tranquila ya que aseguró que «todo estaba en su sitio».

Una de las dudas más frecuentes que tiene una mujer tras el parto (si ha sido instrumental o ha acabado en cesárea mucho más, imagino) es cómo será la primera vez que quiera ir al baño. Muchas comprueban, cuando les llega el momento, que es más sencillo de lo que parece, porque al quedar todo «más abierto que de costumbre» las heces caen por sí solas sin ningún esfuerzo. Como os decía este es un tema del que no hablamos por la carga escatológica que supone. Pero aquí estoy yo, que no me importa pararme en la «línea marrón» con tal de ayudar a otras madres. En mi caso fue así, por lo menos, iba al baño mejor que en toda mi vida. El problema vino más tarde. Pasaron los días y mi cuerpo empezó a estabilizarse y volvió su carácter estreñido habitual. Pasaron tres días sin que pudiera ir al baño y al cuarto no se me ocurrió otra cosa que ponerme a empujar a lo bruto. Cuando terminé pensé «¿qué has hecho, Beatriz?», porque notaba algo en mi vagina que ejercía presión hacia afuera. Se me ocurrió mirarme con un espejo de mano, no con poco miedo, todo hay que decirlo, y lo que allí vi casi me mata del susto. No supe qué eran aquellos dos pedazos de carme que intentaban asomar por mi vulva y pensé «me he prolapsado. Es el fin». Llamé llorando a mi comadrona y acudí a una consulta para que me explorara ella misma. Confirmó lo evidente: prolapso de uretra y recto grado 1. Me quería morir. Sólo tenía 28 años y un único parto. Se me vino el mundo encima. Mi matrona insistía en que tenía remedio, que con entrenamiento todo podía volver a su sitio y que era muy pronto para valorar cómo quedaría la cosa.

Al día siguiente vi el problema con más optimismo y pensé poner todo lo que estuviera en mi mano para solucionarlo. A veces la actitud es lo más importante. Entonces empecé a preguntar por especialistas sobre suelo pélvico y topé con Ana Escudo de Nace Natura. Me hizo una exploración en profundidad (vamos, nadie me había metido mano tan a fondo como ella, juas juas.) y me propuso varios ejercicios que a día de hoy sigo practicando. Su trabajo está más enfocado en dejar trabajar a los músculos de forma sinérgica, a través de respiraciones y equilibrios. Además es doula y sabe «ver» a la mujer y orientarla según el estado emocional  en el que se encuentre. A mí me fue de gran ayuda.

También me ayudó muchísimo Anabel Carabantes, mi comadrona querida, que además es especialista en suelo pélvico. Su taller «Postparto y sexualidad» me fué utilísimo para, entre otras cosas, visualizar y ubicar bien dónde se encuentra el suelo pélvico interno en nuestros cuerpos y descubrir junto a su propia experiencia, el poder de recuperación del cuerpo tras uno o varios prolapsos. El trabajo de Anabel se basa en controlar los movimientos del elevador del ano para que éste tire de toda la musculatura restante.

Imagen prestada de http://www.chicanol.com/que-es-el-suelo-pelvico/

Imagen prestada de http://www.chicanol.com/que-es-el-suelo-pelvico/

Cuento todo esto porque si yo hubiera sabido de antemano ciertas cosas, no me hubiera prolapsado.

No quiero terminar esta entrada sin recordar aspectos básicos a tener en cuenta para mantener nuestro Suelo Pélvico en condiciones:

  1. La hormona «relaxina» vive en nuestro cuerpo los meses de embarazo para hacer más elásticos los músculos y dejar que el útero se expanda. Pero continúa en nuestro interior los primeros seis meses de vida de nuestro bebé, por lo que es más fácil prolapsarse en esta etapa.
  2. Los músculos «rectos» del abdomen ejercen presión en nuestro Suelo Pélvico por lo que no es aconsejable hacer abdominales para mantener nuestro abdomen liso. Mucho más recomendable es el entrenamiento a base de hipopresivos o ejercicios que hacen trabajar el transverso abdominal, los cuales dan iguales o mejores resultados y a la vez evitamos deteriorar nuestro SP.
  3. Muchos prolapsos se originan fuera del contexto maternal (embarazo, parto…) y tienen que ver con las presiones que se ejercen cuando estamos en el baño. ¡No empujes! Siente cuándo te viene el reflejo de eyección de las heces y no esperes a ir al baño en otro momento. Te sorprenderá lo fácil que resulta si escuchas a tu cuerpo.
  4. Ante la duda, siempre lo mejor es contactar con profesionales del Suelo Pélvico para que hagan una valoración completa y profunda de la situación y un tratamiento personalizado.

He querido titular esta entrada haciendo un guiño a la película The Village de M. Night Shyamalan, porque soy así de friki y me encanta el cine, y porque creo que ocultar ciertas cosas no hace que desaparezcan los problemas. Si habéis visto la peli sabréis de lo que hablo y si no, ¿a qué esperáis para verla? Es un peliculón!

¿Te ha sido de ayuda este post? ¿Te atreves a compartir tu experiencia sobre aquello de lo que nunca hablamos?