Los hombres quieren ser mujeres. Y las mujeres… también.

Rectifico el título de esta entrada y digo que algunos hombres quieren ser mujeres, porque no está bien generalizar. Y porque conozco a algún hombre que verdaderamente se siente a gusto con su condición de hombre y la vive desde el respeto hacia las mujeres en toda su plenitud, sin querer invadir nuestro espacio.

Pero por todas es conocido ese otro hombre que se pasa toda su vida ansiando vivir en sus carnes procesos puramente femeninos. Ese hombre que cuando su compañera se queda embarazada o cuando su bebé le da una patadita dentro del útero, pone cara de perrillo degollado diciendo «yo nunca sabré lo que sientes», y cuando se encuentra con un lejano amigo le dice «¡estamos embarazados!, Pariremos a finales de octubre». ¿Perdona? ¿»Estamos»? ¿»Pariremos»? No amigo, no. Lamento decirte que es ella quien está embarazada y será ella quién parirá a finales de octubre, tú no.

Parece que en este mundo dominado por el género masculino, a las mujeres no nos dejan ni siquiera ser lo que somos: mujeres. Porque el embarazo, el parto, la lactancia… son púramente femeninos, parcelas infranqueables por el hombre, por mucho que se empeñe. Y mira que se empeña. Hoy os vengo a hablar de dos vídeos concretamente, que a cual me ha dejado más perpleja:

Uno es éste de dos tipos a los que no se les ha ocurrido otra cosa mejor que someterse a un doloroso experimento a base de electrodos en el abdomen para experimentar, a lo Jackass, los «dolores de parto». Juzgad vosotras mismas.

Y visto el vídeo, me surgen varias preguntas:

  1. ¿Se puede ser más burro? Quiero decir, ¿qué necesidad hay de ponerse unos electrodos en el abdomen y recibir descargas eléctricas así como así? No entiendo hasta dónde puede llegar la estupidez humana, me sorprendo cada día.
  2. Si el experimento consistía en experimentar lo que vive una mujer de parto, ¿porqué centran el experimento en el dolor de abdómen? Un parto es mucho más que un dolor de tripa.  Si estos dos mendas pensaban que por sufrir inútilmente colocandose cables en el abdómen iban a saber lo que es parir, están muy equivocados. Parir es dolor, placer, entrega, apertura, catarsis, oxitocina, endorfinas, camino, luz, sombras, acompañamiento, reto, carrera, pausa, cansancio, fuerza, poder… pero sobre todo es amor, kilos y kilos de amor por todas partes.
  3. El que el experimento se lleve a cabo sobre una camilla y sobre la espalda, dice mucho de cómo se asisten la mayoría de partos a las mujeres. No es de extrañar que cuando las descargas eléctricas alcanzan topes importantes estos dos hombres sienten que tienen que cambiar la postura ya que ésta es la menos indicada para parir (en esto el experimento sí ha sido fiel a la realidad). Incluso uno de ellos acaba a cuarto patas.

El segundo vídeo es este otro en el que la gran marca Huggies quiere tener un «detalle» con los padres en su día. Y crea una… faja que… Bueno, verlo y ahora hablamos.

Dejando a un lado la carga emotiva, que obviamente la tiene, por aquello de que son los padres de la criatura y se emocionan, claro está; no hay que olvidar que se trata de un «artilugio» desmadrizador, que pretende, muy osadamente, experimentar las mismas sensaciones que puede llegar a tener una mujer embarazada cuando su hijx se mueve en su interior. En los textos del anuncio aparecen cosas como

  1. «El embarazo siempre fue de ellas». Y lo seguirá siendo ¿qué os habéis creído?
  2. «Para que ellos también disfruten del embarazo». ¿Es que no lo hacen ya? ¿No es suficiente ver cómo su compañera cambia fisicamente, tocarle la barriga desde fuera y sentir al bebé, ponerse cerquita y cantar una canción o llamar por su nombre al bebé…?
  3. «Permitiéndoles sentir lo mismo que sienten las mamás». No te lo crees ni tú, tururú.
  4. «Porque ellos también están embarazados». De eso nada monadas. De la misma forma que nosotras las mujeres nunca crearemos espermatozoides para eyacular sobre las vaginas de nuestras amigas o amantes, vosotros no os embarazaréis. Nunca, ni aunque os apellidéis Schwarzenegger y hagáis una peli. Nunca. Asumidlo.

En fin, que necesitaba escribir sobre esto. Que los hombres y las mujeres necesitamos vivir en plenitud, desde nuestras naturalezas, complementarias y maravillosas cada una en su parcela. Que igualdad no significa usurpamiento de la personalidad, ni significa limitar al sexo contrario sus funciones biológicas. Que igualdad significa RESPETO y cooperación. Si quieres igualarte a tu compañera cuando la ves amamantando a vuestrxs hijxs, colócale una almohada para que se sienta más cómoda o tráele un vaso de agua, ya que cualquiera de las dos cosas son fundamentales para que la lactancia se disfrute verdaderamente. De esta forma estarás participando en la alimentación de tu bebé tanto como ella. Repito, cada uno desde su condición humana natural.

No queramos ser todos mujeres, sé que mola, (a mí me mola); pero ser hombre también debe ser divertido ¿no? No sé, nunca me lo había preguntado antes. No me interesa. Me preocupo de vivir intensamente lo que soy, ni más ni menos.

 

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Una rumba para ti, mamá

Hoy el post lleva canción. Una canción que me encanta y me la pongo siempre que estoy baja. Se trata de una rumba, con lo que ya el ritmo anima al personal; pero es que además la letra es tan bonita… Pertenece al disco «Nacer, Renacer / Néixer, Renéixer» de la maravillosa Rosa Zaragoza. Puedo decir que todo el disco es un canto a a vida, a la maternidad y a la crianza respetuosa y en línea con el continuum vital. Y esta canción en concreto está dedicada a las madres. A todas las madres. Y con esto quiero decir a todas aquellas mujeres que se sienten madres: las que tienen hijos, las que los buscan, las que son madres de niños no nacidos, las que no tienen hijos pero acogen a la gente con un amor maternal… Así que si eres madre, (con todo lo que el concepto «madre» significa) esta canción es para ti.

rumba-madres

Además esta rumba defiende el poder de libertad que tienen las mujeres para parir donde quieran, con quien quieran y como quieran. Apuesta por el parto respetado en casa, con lo que me siento muy identificada, ¡claro!

Las imágenes del vídeo muestran una crianza natural, sana y feliz: bebés mamando, familias compartiendo un bañito, amigas bailando con niños en brazos… A mí me parece un regalo para la vista y los oídos. Rosa es una persona con un potencial y sensibilidad tremendos, además de tener una voz preciosa.

Aquí os dejo la letra de LA RUMBA DE LAS MADRES y más abajo el vídeo con el tema. ¡A cantar y bailar se ha dicho!

Mi abuela parió a mi madre.
Mi madre me parió a mí.
Todas paren en mi casa,
yo también quiero parir.(bis)

Yo quiero parir tranquila,
que nadie me meta prisas,
que mi chico esté conmigo,
por si hay lágrimas o risas.

(Estribillo): Mi mamá me mima ma, mímame mamá, mamá.
Mi mamá me mima ma, mímame mamá.

Si pides, yo te doy teta;
si lloras te cojo en brazos;
qué gusto darte un abrazo
y llevarte en bicicleta.

María no tiene niños,
pero ella también es madre:
envuelve con su cariño
a quien tiene delante.

(Estribillo)

Tu quieres una mamá
y yo quiero tener hijitos;
muy pronto te iré a buscar
pa poder vivir juntitos.

Amatxik ama erditu zuen.
Amak ni erditu zuen.
Etxeko emakumeek erditzen dute,
nik ere erditu nahi.

(Estribillo)

Miña avoa pariu a miña nai.
Miña nai pariume a min.
Todas paren na miña a casa,
eu tamen quero parir.

L’àvia va parir ma mare.
Ma mare em va parir a mi.
Totes pareixen a casa,
Jo també vull parir.

(Estribillo)

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25-N: Como mujer, en España me siento ¿libre?

Ella llora. Él sonríe y le dice que no será nada.
Ella está desnuda, se siente frágil y vulnerable.
Él mete la mano en su vagina a pesar de que ella le pide que no lo haga.
Él no la escucha. Sigue su ritmo mientras ella grita. Le duele.
Ella le exige que no la toque, que la deje en paz. Que saque la mano de su vagina. Se lo suplica. El no la escucha y le ordena que se calle.
Luego viene otro y hace lo mismo. Y otro…
Terminan. La dejan sola. Llora.
No es una violación. Está de parto.
 ¿No es una violación?
 Clara

Puedo presumir de vivir en un país libre, donde existen leyes que protegen a las mujeres para salvaguardar su integridad física y moral. Un país donde tengo derecho a voz y a voto; donde no se me discrimina por ser del sexo femenino; donde nadie más que yo tiene poder para decidir cómo vestir, a dónde asistir y con quién. Un país en el que existe libertad sexual y nadie puede recriminarme con quién mantengo relaciones, ni con cuantos hombres las mantengo, ni qué preferencias sexuales son aceptables o no que practique.

Entonces, ¿por qué me veo en la necesidad de escribir un post sobre el Día Mundial contra la Violencia hacia las Mujeres?

Podría decir que porque a día 12 de noviembre se contabilizaron 44 víctimas mortales por violencia de género en este año. / O porque me canso de ser bombardeada con publicidad, en cualquier medio, donde se muestra a la mujer como un pedazo de carne, como un objeto de deseo para el sexo contrario y nada más. Un ser sumiso y complaciente al que no le importa exponerse a tal abuso. / También podría decir que odio aguantar comentarios sexistas hacia mi hija del tipo «¡una pelirroja! la vas a tener que atar en corto.», «qué peligro va a tener», «cuando tienes una hija no te preocupas por un pene, te preocupas por todos los penes». / Porque en este país, es un hombre quien debate si una mujer tiene el poder de decidir sobre su cuerpo y su sexualidad, barajando en qué casos puede interrumpir un embarazo y en qué casos no. / También podria argumentar que los micromachismos y el amor romántico hacen estragos en las relaciones entre adolescentes, que hoy en día son un foco de violencia machista cada vez más preocupante, ejerciendo los chicos un control agobiante sobre las chicas. / O, porqué no decirlo, porque me canso de oír chistes que agreden la integridad de las mujeres. No me hacen gracia.

El año pasado ya publiqué en mi otro blog una entrada acerca de la publicidad contra violencia de género y propuse una campaña de publicidad ficticia distinta, para que empiecen a cambiar las cosas.

Pero esta vez, quiero argumentar, punto por punto, la necesidad de acabar con otro tipo de violencia hacia las mujeres. La que se ejerce en los paritorios. La que se sigue manteniendo oculta tras la frase «¿el parto?, bien gracias». Siento la necesidad de escribir un post sobre el 25 de noviembre…

  • Porque en este país «libre», dependiendo del protocolo del hospital, a una mujer no la permitirán ponerse de parto espontáneamente si pasa de una semana concreta de gestación y la inducirán con drogas sintéticas.
  • Porque en este país «libre», a muchas mujeres se les practicará la maniobra de hamilton sin previo aviso cuando acuda a monitores en su semana 40 de gestación, causándoles un dolor terrible y originando posibles infecciones a ella y a su bebé.
  • Porque en este país «libre», a una mujer (joven o adulta) tras diagnosticarle una lesión en el cuello del útero, aparentemente provocada por el virus del papiloma humano, le preguntarán sobre su vida sexual más íntima, preguntándole con cuántos hombres ha mantenido relaciones y qué prácticas son las que lleva a cabo en dichas relaciones, juzgándola y en ocasiones vejándola con insultos del tipo «viciosilla», «zorra», etc. (ejemplos reales). Sin esto tener nada que ver con el tratamiento final. Símplemente se hace por el goce que supone humillar a una mujer.
  • Porque en este país «libre», una mujer no podrá beber ni comer nada durante su trabajo de parto si el hospital al que acude tiene en su protocolo dicha tortura contemplada.
  • Porque en este país «libre», hay muchas mujeres a las que se las inmoviliza en una camilla tumbadas boca arriba durante horas en su trabajo de dilatación y parto simplemente por comodidad del personal que la asiste en el hospital.
  • Porque en este país «libre», otras tantas mujeres servirán de conejillo de indias en sus partos en salud, siendo sometidas a innumerables tactos vaginales por distintos estudiantes, fórceps didácticos u otras prácticas intervencionistas sin ningún criterio médico, sino más bien como mero «aprendizaje» para los residentes allí presentes.
  • Porque en este país «libre», no se tomarán en cuenta las preferencias de una mujer contempladas por escrito en su plan de parto, si el hospital al que asiste para parir así lo decide.
  • Porque en este país «libre», una mujer deberá soportar insultos (te has puesto muy gordita, eh?), vejaciones (cuando estabas haciéndolo no te dolía tanto, ¿verdad?), amenazas (si tu hijo muere tú serás la responsable), humillaciones (cose esto bien que una mujer nunca se sabe lo que es capaz de hacer), gritos (¡cállate!), calumnias (¿no querías parir sin epidural como las hippies, pues ahora te aguantas)… en un momento de tremenda vulnerabilidad como es su proceso de parto.
  • Porque en este país «libre», si eres mujer y estás de parto, es muy probable que te hagan una episiotomía y utilicen algún instrumental para «extraer» a tu bebé sin ni siquiera preguntarte, yendo en contra de la Ley de Autonomía del Paciente y el consentimiento informado.
  • Porque en este país «libre», cualquier mujer en su trabajo de parto puede ser agredida físicamente por la persona más grande del hospital, si ésta le hace una maniobra de Kristeller. Práctica desaconsejada por el Ministerio de Sanidad de este país «libre» y prohibida en innumerables países de la unión europea.
  • Porque en este país «libre», muchas mujeres serán mutiladas vaginalmente en sus partos sin ningún tipo de necesidad. (En España se practican más del doble de las  episiotomías que recomienda la OMS).
  • Porque en este país «libre», no todas las mujeres pueden decidir dónde parir, ya que el parto en casa no lo cubre la seguridad social, por lo que esta opción queda limitada a las mujeres que pueden costeárselo.
  • Porque en este país «libre» no existe una Ley contra la Violencia Obstétrica (como sí existe en otros países como Venezuela.) que proteja a las mujeres (y a los bebés) en los embarazos, partos y postpartos.
imagen sacada de mamanatural.com

imagen sacada de www.mamanatural.com

Y así podría hacer que la lista fuera interminable. Que no te engañen, mujer: España es un país libre lleno de jaulas cerradas. En cada jaula hay un derecho que tiene que ver con la vida sexual y reproductiva de la mujer, con sus valores como ciudadana, con su vida digna y placentera, con su potencial y empoderamiento…

¿Quién se apunta conmigo a salir a la calle y pegar hachazos a cada candado?

Podéis participar en vuestras redes sociales, denunciando la Violencia Obstétrica, el día 25 de noviembre con los hastags #ViolenciaObstétrica #StopObstetricViolence #StopViolenciaObstétrica.

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Aquello de lo que nunca hablamos

Hoy os quiero hablar de un tema tabú. De un lugar de nuestro cuerpo del que (nadie sabe muy bien por qué) nunca hablamos. Ese lugar es el Suelo Pélvico.

Una mujer empieza a oír hablar de «dicho suelo» cuando se queda embarazada: que si es bueno masajear el periné para evitar episiotomías, que si está muy bien hacer ejercicios de Kegel, que si hay que evitar un suelo pélvico hipertónico para el parto pero no dejar tampoco que sea hipotónico…

Así que esa mujer empieza a leer y familiarizarse con términos que no había escuchado nunca.

El suelo pélvico es un conjunto de músculos que se encuentran en la cavidad pelviana y que soportan, entre otras cosas, las vísceras abdominales y pélvicas dándonos el poder de andar erguidos como nuestra especie lo requiere. Son músculos potentes que trabajan junto a los músculos abdominales transverso y oblicuo interno.

Os quiero contar mi caso, que por otro lado va a ser como abrirme en canal ya del todo porque, la verdad, es un tema bastante íntimo, pero creo que mi experiencia puede ayudar a muchas otras mujeres a evitar problemas con su suelo pélvico.

Mi parto fué maravilloso. Si no has tenido ocasión de leer mi relato te animo a que lo hagas ahora para entrar en materia antes de continuar leyendo este post. La rapidez del mismo me hizo dudar sobre el estado posterior de todo lo que «allí dentro» se encontraba, pero tras la exploración de mi comadrona querida me quedé muy tranquila ya que aseguró que «todo estaba en su sitio».

Una de las dudas más frecuentes que tiene una mujer tras el parto (si ha sido instrumental o ha acabado en cesárea mucho más, imagino) es cómo será la primera vez que quiera ir al baño. Muchas comprueban, cuando les llega el momento, que es más sencillo de lo que parece, porque al quedar todo «más abierto que de costumbre» las heces caen por sí solas sin ningún esfuerzo. Como os decía este es un tema del que no hablamos por la carga escatológica que supone. Pero aquí estoy yo, que no me importa pararme en la «línea marrón» con tal de ayudar a otras madres. En mi caso fue así, por lo menos, iba al baño mejor que en toda mi vida. El problema vino más tarde. Pasaron los días y mi cuerpo empezó a estabilizarse y volvió su carácter estreñido habitual. Pasaron tres días sin que pudiera ir al baño y al cuarto no se me ocurrió otra cosa que ponerme a empujar a lo bruto. Cuando terminé pensé «¿qué has hecho, Beatriz?», porque notaba algo en mi vagina que ejercía presión hacia afuera. Se me ocurrió mirarme con un espejo de mano, no con poco miedo, todo hay que decirlo, y lo que allí vi casi me mata del susto. No supe qué eran aquellos dos pedazos de carme que intentaban asomar por mi vulva y pensé «me he prolapsado. Es el fin». Llamé llorando a mi comadrona y acudí a una consulta para que me explorara ella misma. Confirmó lo evidente: prolapso de uretra y recto grado 1. Me quería morir. Sólo tenía 28 años y un único parto. Se me vino el mundo encima. Mi matrona insistía en que tenía remedio, que con entrenamiento todo podía volver a su sitio y que era muy pronto para valorar cómo quedaría la cosa.

Al día siguiente vi el problema con más optimismo y pensé poner todo lo que estuviera en mi mano para solucionarlo. A veces la actitud es lo más importante. Entonces empecé a preguntar por especialistas sobre suelo pélvico y topé con Ana Escudo de Nace Natura. Me hizo una exploración en profundidad (vamos, nadie me había metido mano tan a fondo como ella, juas juas.) y me propuso varios ejercicios que a día de hoy sigo practicando. Su trabajo está más enfocado en dejar trabajar a los músculos de forma sinérgica, a través de respiraciones y equilibrios. Además es doula y sabe «ver» a la mujer y orientarla según el estado emocional  en el que se encuentre. A mí me fue de gran ayuda.

También me ayudó muchísimo Anabel Carabantes, mi comadrona querida, que además es especialista en suelo pélvico. Su taller «Postparto y sexualidad» me fué utilísimo para, entre otras cosas, visualizar y ubicar bien dónde se encuentra el suelo pélvico interno en nuestros cuerpos y descubrir junto a su propia experiencia, el poder de recuperación del cuerpo tras uno o varios prolapsos. El trabajo de Anabel se basa en controlar los movimientos del elevador del ano para que éste tire de toda la musculatura restante.

Imagen prestada de http://www.chicanol.com/que-es-el-suelo-pelvico/

Imagen prestada de http://www.chicanol.com/que-es-el-suelo-pelvico/

Cuento todo esto porque si yo hubiera sabido de antemano ciertas cosas, no me hubiera prolapsado.

No quiero terminar esta entrada sin recordar aspectos básicos a tener en cuenta para mantener nuestro Suelo Pélvico en condiciones:

  1. La hormona «relaxina» vive en nuestro cuerpo los meses de embarazo para hacer más elásticos los músculos y dejar que el útero se expanda. Pero continúa en nuestro interior los primeros seis meses de vida de nuestro bebé, por lo que es más fácil prolapsarse en esta etapa.
  2. Los músculos «rectos» del abdomen ejercen presión en nuestro Suelo Pélvico por lo que no es aconsejable hacer abdominales para mantener nuestro abdomen liso. Mucho más recomendable es el entrenamiento a base de hipopresivos o ejercicios que hacen trabajar el transverso abdominal, los cuales dan iguales o mejores resultados y a la vez evitamos deteriorar nuestro SP.
  3. Muchos prolapsos se originan fuera del contexto maternal (embarazo, parto…) y tienen que ver con las presiones que se ejercen cuando estamos en el baño. ¡No empujes! Siente cuándo te viene el reflejo de eyección de las heces y no esperes a ir al baño en otro momento. Te sorprenderá lo fácil que resulta si escuchas a tu cuerpo.
  4. Ante la duda, siempre lo mejor es contactar con profesionales del Suelo Pélvico para que hagan una valoración completa y profunda de la situación y un tratamiento personalizado.

He querido titular esta entrada haciendo un guiño a la película The Village de M. Night Shyamalan, porque soy así de friki y me encanta el cine, y porque creo que ocultar ciertas cosas no hace que desaparezcan los problemas. Si habéis visto la peli sabréis de lo que hablo y si no, ¿a qué esperáis para verla? Es un peliculón!

¿Te ha sido de ayuda este post? ¿Te atreves a compartir tu experiencia sobre aquello de lo que nunca hablamos?

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Parir a mi hija bajo la ley del lobo

Una canción que me emociona es esta que os muestro de The Joy Formidable. Este grupo de música lo descubrí durante el embarazo de Zoe y me encanta. Me gustan muchas canciones, pero esta en concreto, recuerdo oírla mucho durante las últimas semanas de embarazo, deseando parir a mi hija, abrirme a la vida. Además su videoclip muestra el poder de la naturaleza en su máxima expresión. Aparecen en él «cosas naciendo», momentos de la vida cotidiana, el paso del tiempo, relaciones de amor y guerra… en definitiva: la dualidad de la vida.

La lástima es que el único nacimiento humano que aparece es intervenido, donde la mujer está ausente y en posición de litotomía y es el médico de turno el que recoge al bebé cuando nace.  En un video tan bonito donde la naturaleza cobra protagonismo, me llena de tristeza que el nacimiento de un ser humano se dé en un hospital.

En cualquier caso, obviando el nacimiento humano, el videoclip me encanta y me llenaba de fuerza esas últimas semanas de incertidumbre. Cuando lo veía le decía a mi hija sin palabras «Zoe, cuando nazcas podrás descubrir lo maravilloso que es vivir: sabrás lo que es el amor y el dolor, la alegría y la tristeza, experimentarás miles de sentimientos y emociones, te maravillarás con los misterios de la naturaleza… y sobre todo te llenarás de plenitud».

Cuando pari a mi hija me sentí como ese volcán en erupción o esa catarata rebosando agua…

No dejéis de maravillaros con la preciosa fotografía y la belleza de sus imágenes, que se van solapando unas encima de otras hasta convertirse en el último reflejo de ese ojo que mira el mundo. Una mirada hambrienta de vida. Vivid intensamente, porque estaremos aquí sólo un instante.

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La importancia de los relatos de parto

Mucho antes de quedarme embarazada sentí el deseo de ser madre. Seguro que sabes de lo que estoy hablando. Y disfrutaba leyendo cualquier relato de parto que caía en mis manos. Era feliz visualizando en mi mente a esas mujeres pariendo e imaginando cómo sería el día en el que mi hij@ decidiera nacer.

Agradezco enormemente a cada mujer que quiso compartir su parto, que me invitó a acercarme a su intimidad, que me ayudó a focalizar un parto en salud. Gracias, en gran parte, a esos relatos que leí, yo tuve el parto que tuve; porque sentí conmigo a cada una de ellas ese día. Cuando una mujer comienza su trabajo de parto y está conectada con su cuerpo y sexualidad, siente la fuerza de todas las mujeres que se empoderaron en el suyo.

Aquí os dejo mi relato: una gota más para agrandar el inmenso mar que nos une a todas.

EL MEJOR NACIMIENTO PARA MI HIJA

Cuando supe que estaba embarazada mil emociones recorrieron mi cuerpo: alegría, duda, miedo, euforia, ternura… y mil preguntas llenaron mi mente. Una de ellas fue “dónde y cómo parir”. Siempre imaginé un parto respetado donde mi hija y yo estuviésemos en paz y conexión para hacer un buen trabajo en equipo llegado el momento. Durante todo el embarazo me empapé de toda la información posible acerca del proceso fisiológico del parto, visioné partos respetados y leí todo relato de parto positivo que caía en mis manos. A través de la asociación El Parto Es Nuestro (a la que pertenezco desde hace año y medio), recibí toda la sabiduría y experiencia del resto de socias así como información veraz basada en la evidencia científica.

No quería correr riesgos en mi parto. Para mí era importantísimo conocer de antemano al equipo que me iba a asistir y elegir el lugar más respetado y seguro  para el recibimiento de mi hija. Ese lugar era mi casa, nuestro hogar.

Algunas personas a las que les conté que pariría en casa me decían “qué valiente”. No entendía muy bien que ser valiente significa decidir algo por ti misma de una forma consciente e informada, valorando los riesgos y decantándote finalmente por la opción más segura. Hubiera sido mucho más valiente por mi parte, desde mi punto de vista, ponerme en manos de cualquier “ginesaurio” desconocido que bajo un protocolo X de un hospital público o privado quisiera otorgarse todas las medallas al realizar una satisfactoria extracción vaginal, o (inne)cesárea, o parto instrumental con su consiguiente episiotomía.

Con la idea de parir en casa emprendí la búsqueda de un equipo cualificado de matronas que asistieran partos domiciliarios. Y en esa búsqueda topé con Anabel Carabantes. Desde el primer momento supe que sería ella la persona idónea. Tuvimos tiempo de conocernos a fondo durante el embarazo, asistiendo a los utilísimos talleres que imparte en el centro de Madrid junto a su equipo (Paca y Aythami). Creamos lazos y una relación de confianza, para mí fundamentales (estas personas entrarían en mi casa y me acompañarían en el momento más importante de mi vida hasta la fecha).

Y el momento llegó.

Zoe quiso nacer un 6 de abril. Yo llevaba con pródromos desde hacía dos semanas y cuando expulsé el tapón mucoso el día anterior por la tarde, pensé que era otro paso más en el lento ejercicio de preparar el terreno. Pero esa noche, sobre las seis de la madrugada me levanté al baño y vi sangre en mi ropa interior. Llamé a Anabel y me dijo que me relajara, que estaba borrando el cuello del útero y que esto solía ir para largo, que me fuera a dormir y si notaba alguna contracción fuerte la volviera a llamar. Así hice, y a pesar de despertarme el dolor de alguna contracción, no la consideré tan fuerte como para molestar a mi comadrona.

Entonces a las ocho de la mañana algo me despertó. Noté un leve chasquido dentro de mí que me hizo romper aguas. Ahí pensé “qué guay”. Fui al baño y vi que tenía empapado todo el pantalón del pijama. Así que llamé a Anabel: “creo que he roto aguas”, “pues enhorabuena, estás de parto. En media hora estoy allí”. Miré a mi chico y sonriendo le dije “estoy de parto”. A continuación mandé un whats app a mi hermana con el mismo mensaje que tardé como cinco minutos o más en escribir.

Yo estaba muy consciente, de hecho empecé a pensar en todo lo que había preparado: la música, las piedras, la bañera, el vestido con el que quería parir… pensé “voy a ponerme las lentillas” y aunque lo intenté no pude, porque en cuanto venía la contracción solo podía centrarme en respirarla, no existía nada más en el mundo que esa sensación de apertura. Mi chico utilizó la adrenalina que le corría por las venas para recoger y limpiar un poco la casa antes de la llegada de Anabel, algo que agradecí enormemente porque me dejó espacio para estar conmigo misma y conectar con Zoe.

Entonces me dí cuenta de que la cosa marchaba, las contracciones cada vez eran más seguidas y efectivas. Yo visualizaba el camino que iba haciendo mi hija dentro de mi, mientras paseaba por casa y me agachaba de cuclillas agarrada a cada radiador de pared, mesa, sofá, pelota… cuando me invadía la contracción. Aún así, era muy llevadero y completamente soportable. Sí es verdad que cada contracción me dejaba más cansada que la anterior, incluso recuerdo alguna que me hizo temblar las piernas.

En algún momento, entre contracción y contracción, pensé “me quiero dormir. Tengo que tumbarme” y así lo hice, me fui a la habitación y me tumbé de lado en la cama. Cuando venía la contracción me tiraba al suelo como podía para colocarme de cuclillas agarrada a la mesita de noche y así respirar mejor cada ola de dolor. En una de esas apareció mi comadrona querida. Al verme subir y bajar de la cama me aconsejó ponerme a cuatro patas o apoyarme sobre unos cojines en la cama, pero a mí me daba una pereza tremenda cambiar de postura. Yo quería datos y le dije “quiero saber de cuanto estoy, Anabel”. Me hizo un tacto aprovechando un descanso pero aguantó durante la contracción (cosa que me dejó baldada de dolor), me pidió perdón y me dijo “perdona, pero quería asegurarme. No te lo vas a creer: ¡estás de ocho tía!”. En ese momento olvidé todo el cansancio y la adrenalina se apoderó de mí. Tenía unas ganas tremendas de empujar. Mi chico y Anabel empezaron a colocar los plásticos de pintor y los protectores sobre la cama, haciéndome rodar de un lado para otro entre contracciones. La cosa iba muy muy rápida.

La fuerza que sentí con cada pujo es algo indescriptible. Mi cuerpo iba solo, yo únicamente focalizaba la energía hacia abajo y de mi boca salían sonidos que desconocía hasta ahora. Pensé en fuerzas de la naturaleza como terremotos, tsunamis, volcanes, tornados… todo aquello rugía en mi interior y hacía que mi hija y yo nos separáramos violentamente. Recuerdo que incluso en algún momento grité «me voy a morir», porque en parte parir resulta tan desconocido y brutal como la muerte. En contraposición, entre cada contracción sentía un placer inmenso. El cóctel de oxitocina y endorfinas hacía su trabajo y me mantenía en un estado entre consciente e inconsciente que no había experimentado jamás.

Fueron cinco pujos: dos preparatorios, donde poco a poco fueron asomando las melenas rojas de mi pequeña. El tercero hizo que Zoe sacara su cabeza, dejando todavía su cuerpecito mojado dentro de mí. En el cuarto pujo dudé si había tenido una niña o un pez porque su cuerpo resbaló como una colita de pescado y me hizo muchas cosquillas. Nadie tiró de ella, nadie le ayudó a salir. Quedó tendida sobre la cama y empezó a respirar como si lo hubiera hecho nueve meses atrás. No lloró nada.

Yo no podía ni incorporarme, solo decía “mi niña, mi niña”, así que Anabel la cogió en brazos y me la dio todavía desnuda y llenita de vérnix caseosa. La sostuve en mi regazo, piel con piel y abrió los ojos. Esa mirada la tengo grabada a fuego en mi mente. No la olvidaré jamás.

El quinto pujo fue el alumbramiento de la placenta, que salió toda gordita y bien sana.

Parto en casaFue un parto que duró dos horas y media desde que rompí la bolsa. Sin drogas, sin intervenciones médicas, donde mi periné quedó intacto tras el parto. Con asistencia profesional, acompañada de quien quise y arropada por quien amo. En mi hogar.

Mi hija nació con dignidad, como se merecen todos los niños del mundo; y yo fui tratada con enorme respeto en mi parto, como merece cualquier mujer.

Siempre imaginé que sería un parto de noche, con música, muy tranquilo, quizás en la bañera… Y sin embargo fue a la luz del día, fugaz y brutal. Y es que mi hija tuvo el mejor nacimiento. Tan bueno que, claro, era difícil de imaginar.

Estoy deseando conocer tu historia. Cada relato de parto nos hace crecer como mujeres y madres. ¿Te animas a compartir tu relato?

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