No tengas miedo (ni siquiera en Halloween)

Esta tarde mi hija me ha dicho que le cante una canción. No sabe hablar, solo tiene seis meses y medio, pero se busca las mañas para comunicarse conmigo y creo que ha sido bastante explícita:

Zoe quiere una canción

Y como hoy es Halloween y en teoría se levantan los muertos y asustan mucho, mucho, pues he decidido cantarle esta canción que le compuse una noche que no paraba de llorar cuando era muy bebé. Espero que os sirva de nana para vuestr@s pequeñ@s cuando tenga miedo de noche. Ahí va:

NO TENGAS MIEDO

Tú tan pequeña, tanto.
Mi voz se quiebra tanto.
La luna brilla hoy desde lo alto
no tengas miedo que te canto.

Mi voz te abraza, toma mi mano.
La noche tiembla con tu llanto.

(Estribillo): Y piensa que la noche es un lugar para soñar.
Soñando tus deseos hoy se pueden realizar.
Y las estrellas, juntas, tu camino alumbrarán.
El miedo ya se va a otro lugar.

Las notas vuelan sobre tu cuarto,
son de colores, tantos.
Y ve con ellas, vuela muy alto.
No tengas miedo que estás jugando.

Mi voz te abraza. Toma mi mano.
La noche ríe con tu encanto.

(Estribillo)

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Hoy vuelvo a tener las manos frías

Una de las cosas que más me sorprendieron durante el embarazo a nivel físico (quitando el pelazo fuerte y brillante y la enorme curva bajo mis pechos) fue que mis manos y pies siempre estaban calientes. Yo nunca he tenido las manos y los pies calientes, y sin embargo en el embarazo notaba cómo la sangre corría más rápido y llenaba de energía cálida las puntas de mis extremidades.

manos en el embarazo

El cuerpo nos habla, nos da señales, pistas de lo que debemos cambiar o tener en cuenta. Nos cuenta historias sobre cadenas familiares que heredamos y nos avisa de los patrones de dolor y enfermedad que repetimos. Mi abuela, por ejemplo, también tiene siempre las manos frías; incluso en invierno coloca las manos sobre el radiador para entrar en calor, y no se quema.

Toda reacción física tiene un origen emocional. Muchas emociones tienen un rebote físico, porque al fin y al cabo, somos un todo y no podemos separarnos por partes, sino que cada parte (cuerpo, mente, alma) se acciona conforme la otra lo hace.

¿De dónde vendrá entonces este hielo? ¿De dónde vendrá este invierno que nos hace a muchas mujeres de mi familia sentir tanto frío en las manos?

Según El Gran Diccionario de las Dolencias y enfermedades de Jacques Martel:

Soy una persona friolera (…) si tengo una gran sensibilidad al frío. Esta friolencia frecuentemente aparece después de un suceso en que viví una separación con una persona, un animal o incluso un objeto (…) y que sé que nunca jamás volveré a tener. Vivo un gran frío porque perdí el amor, la atención, el contacto físico con el objeto de la separación. (…) Así que tomo consciencia de que necesito “más calor en mi vida”, o si se quiere, más amor, o reconciliarme con lo que me separó de lo que representaba para mí el amor.

espejo

Quizás algo de esta definición sea cierta en mi caso, no lo sé, tendría que hacer un trabajo en profundidad para aprender sobre mí misma. Pero a lo que voy con esta entrada es a que por primera vez desde que parí, vuelvo a tener las manos frías. Es como empezar a salir de este estado de puerperio y volver a encajar las piezas que se desplomaron aquel 6 de abril en esa cama, la cama donde parí a mi hija. Y no sé por qué, me da pena. Creo además que no estoy preparada, que todavía hay cosas que tratar, todavía es necesario un periodo más de adaptación, de maduración… Además, sintiendo de nuevo este hielo, veo que las cosas no han cambiado tanto, no todo lo que esperaba. Vuelvo a encontrarme con la misma Beatriz de antes cuando en realidad esa Beatriz ya no existe. No sé si me explico.

Hoy vuelvo a tener las manos frías. Pero he descubierto el antídoto hace un momento. Mi hija se ha despertado llorando mientras escribía este post y la he cogido en brazos para darle de mamar. Os juro que ha sido mágico: mis manos han entrado en calor. La he mirado detenidamente mientras volvía a coger el sueño en mi regazo y he sentido cómo mi leche fluía sin control. Mis manos recibían todo el amor de su pequeño cuerpecito y las ha calentado al momento.

Creo que mi hija es el mayor regalo de este mundo. Ha venido desde otro a sanar cada dolor, a llenar cada vacío y a calentar con su presencia cada frío rincón de mi cuerpo.

Gracias pelirroja.

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Aquello de lo que nunca hablamos

Hoy os quiero hablar de un tema tabú. De un lugar de nuestro cuerpo del que (nadie sabe muy bien por qué) nunca hablamos. Ese lugar es el Suelo Pélvico.

Una mujer empieza a oír hablar de «dicho suelo» cuando se queda embarazada: que si es bueno masajear el periné para evitar episiotomías, que si está muy bien hacer ejercicios de Kegel, que si hay que evitar un suelo pélvico hipertónico para el parto pero no dejar tampoco que sea hipotónico…

Así que esa mujer empieza a leer y familiarizarse con términos que no había escuchado nunca.

El suelo pélvico es un conjunto de músculos que se encuentran en la cavidad pelviana y que soportan, entre otras cosas, las vísceras abdominales y pélvicas dándonos el poder de andar erguidos como nuestra especie lo requiere. Son músculos potentes que trabajan junto a los músculos abdominales transverso y oblicuo interno.

Os quiero contar mi caso, que por otro lado va a ser como abrirme en canal ya del todo porque, la verdad, es un tema bastante íntimo, pero creo que mi experiencia puede ayudar a muchas otras mujeres a evitar problemas con su suelo pélvico.

Mi parto fué maravilloso. Si no has tenido ocasión de leer mi relato te animo a que lo hagas ahora para entrar en materia antes de continuar leyendo este post. La rapidez del mismo me hizo dudar sobre el estado posterior de todo lo que «allí dentro» se encontraba, pero tras la exploración de mi comadrona querida me quedé muy tranquila ya que aseguró que «todo estaba en su sitio».

Una de las dudas más frecuentes que tiene una mujer tras el parto (si ha sido instrumental o ha acabado en cesárea mucho más, imagino) es cómo será la primera vez que quiera ir al baño. Muchas comprueban, cuando les llega el momento, que es más sencillo de lo que parece, porque al quedar todo «más abierto que de costumbre» las heces caen por sí solas sin ningún esfuerzo. Como os decía este es un tema del que no hablamos por la carga escatológica que supone. Pero aquí estoy yo, que no me importa pararme en la «línea marrón» con tal de ayudar a otras madres. En mi caso fue así, por lo menos, iba al baño mejor que en toda mi vida. El problema vino más tarde. Pasaron los días y mi cuerpo empezó a estabilizarse y volvió su carácter estreñido habitual. Pasaron tres días sin que pudiera ir al baño y al cuarto no se me ocurrió otra cosa que ponerme a empujar a lo bruto. Cuando terminé pensé «¿qué has hecho, Beatriz?», porque notaba algo en mi vagina que ejercía presión hacia afuera. Se me ocurrió mirarme con un espejo de mano, no con poco miedo, todo hay que decirlo, y lo que allí vi casi me mata del susto. No supe qué eran aquellos dos pedazos de carme que intentaban asomar por mi vulva y pensé «me he prolapsado. Es el fin». Llamé llorando a mi comadrona y acudí a una consulta para que me explorara ella misma. Confirmó lo evidente: prolapso de uretra y recto grado 1. Me quería morir. Sólo tenía 28 años y un único parto. Se me vino el mundo encima. Mi matrona insistía en que tenía remedio, que con entrenamiento todo podía volver a su sitio y que era muy pronto para valorar cómo quedaría la cosa.

Al día siguiente vi el problema con más optimismo y pensé poner todo lo que estuviera en mi mano para solucionarlo. A veces la actitud es lo más importante. Entonces empecé a preguntar por especialistas sobre suelo pélvico y topé con Ana Escudo de Nace Natura. Me hizo una exploración en profundidad (vamos, nadie me había metido mano tan a fondo como ella, juas juas.) y me propuso varios ejercicios que a día de hoy sigo practicando. Su trabajo está más enfocado en dejar trabajar a los músculos de forma sinérgica, a través de respiraciones y equilibrios. Además es doula y sabe «ver» a la mujer y orientarla según el estado emocional  en el que se encuentre. A mí me fue de gran ayuda.

También me ayudó muchísimo Anabel Carabantes, mi comadrona querida, que además es especialista en suelo pélvico. Su taller «Postparto y sexualidad» me fué utilísimo para, entre otras cosas, visualizar y ubicar bien dónde se encuentra el suelo pélvico interno en nuestros cuerpos y descubrir junto a su propia experiencia, el poder de recuperación del cuerpo tras uno o varios prolapsos. El trabajo de Anabel se basa en controlar los movimientos del elevador del ano para que éste tire de toda la musculatura restante.

Imagen prestada de http://www.chicanol.com/que-es-el-suelo-pelvico/

Imagen prestada de http://www.chicanol.com/que-es-el-suelo-pelvico/

Cuento todo esto porque si yo hubiera sabido de antemano ciertas cosas, no me hubiera prolapsado.

No quiero terminar esta entrada sin recordar aspectos básicos a tener en cuenta para mantener nuestro Suelo Pélvico en condiciones:

  1. La hormona «relaxina» vive en nuestro cuerpo los meses de embarazo para hacer más elásticos los músculos y dejar que el útero se expanda. Pero continúa en nuestro interior los primeros seis meses de vida de nuestro bebé, por lo que es más fácil prolapsarse en esta etapa.
  2. Los músculos «rectos» del abdomen ejercen presión en nuestro Suelo Pélvico por lo que no es aconsejable hacer abdominales para mantener nuestro abdomen liso. Mucho más recomendable es el entrenamiento a base de hipopresivos o ejercicios que hacen trabajar el transverso abdominal, los cuales dan iguales o mejores resultados y a la vez evitamos deteriorar nuestro SP.
  3. Muchos prolapsos se originan fuera del contexto maternal (embarazo, parto…) y tienen que ver con las presiones que se ejercen cuando estamos en el baño. ¡No empujes! Siente cuándo te viene el reflejo de eyección de las heces y no esperes a ir al baño en otro momento. Te sorprenderá lo fácil que resulta si escuchas a tu cuerpo.
  4. Ante la duda, siempre lo mejor es contactar con profesionales del Suelo Pélvico para que hagan una valoración completa y profunda de la situación y un tratamiento personalizado.

He querido titular esta entrada haciendo un guiño a la película The Village de M. Night Shyamalan, porque soy así de friki y me encanta el cine, y porque creo que ocultar ciertas cosas no hace que desaparezcan los problemas. Si habéis visto la peli sabréis de lo que hablo y si no, ¿a qué esperáis para verla? Es un peliculón!

¿Te ha sido de ayuda este post? ¿Te atreves a compartir tu experiencia sobre aquello de lo que nunca hablamos?

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Día de las protagonistas de la revolución silenciosa

El 20 de octubre se celebró en nuestra vecina Argentina el Día de las Madres. Y Las Casildas ha creado un spot en honor a ellas. Las Casildas es una red de mujeres que tiene como finalidad generar, propulsar y difundir inicativas y campañas con el fin de concientizar sobre la necesidad de construir entre todos una crianza más respetuosa y digna para nuestr@s niñ@s, así como un espacio para cuidar la maternidad con sus luces y sombras.

El vídeo lo vi ayer, gracias a una amiga que lo compartió en facebook y me pareció de una sensibilidad y poder aplastantes. Se trata de madres hablando sinceramente sobre lo que es para ellas ser mamá. Me encanta la generosidad y las ganas de compartir, el amor con el que se expresan y ver cómo se emocionan abiertamente conforme hablan. Es un vídeo auténtico y no el típico spot ñoño del «día de la madre». Estas mujeres se abren en canal para intentar explicar con palabras todo el torrente emocional y el cambio trascendental que supone la maternidad. Además la luz, la música, la fotografía… todo acompaña de manera armónica estos testimonios.

Espero que os guste tanto como a mi. Además me he visto reflejada en todo lo que dicen, comprendida, acompañada… La maternidad no se puede vivir en soledad y aunque nos sintamos rodeadas de gente, muchas veces existe un vacío que solo puede llenarse con experiencias y sentimientos afines a los de una madre. Se necesita siempre un acompañamiento de madre a madre, una tribu maternal donde encontrar tu sitio y compartir. Y este vídeo llena muchos vacíos.

Si eres madre tienes que verlo. ¡Que paséis un feliz día, madres del Mundo!

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Parir a mi hija bajo la ley del lobo

Una canción que me emociona es esta que os muestro de The Joy Formidable. Este grupo de música lo descubrí durante el embarazo de Zoe y me encanta. Me gustan muchas canciones, pero esta en concreto, recuerdo oírla mucho durante las últimas semanas de embarazo, deseando parir a mi hija, abrirme a la vida. Además su videoclip muestra el poder de la naturaleza en su máxima expresión. Aparecen en él «cosas naciendo», momentos de la vida cotidiana, el paso del tiempo, relaciones de amor y guerra… en definitiva: la dualidad de la vida.

La lástima es que el único nacimiento humano que aparece es intervenido, donde la mujer está ausente y en posición de litotomía y es el médico de turno el que recoge al bebé cuando nace.  En un video tan bonito donde la naturaleza cobra protagonismo, me llena de tristeza que el nacimiento de un ser humano se dé en un hospital.

En cualquier caso, obviando el nacimiento humano, el videoclip me encanta y me llenaba de fuerza esas últimas semanas de incertidumbre. Cuando lo veía le decía a mi hija sin palabras «Zoe, cuando nazcas podrás descubrir lo maravilloso que es vivir: sabrás lo que es el amor y el dolor, la alegría y la tristeza, experimentarás miles de sentimientos y emociones, te maravillarás con los misterios de la naturaleza… y sobre todo te llenarás de plenitud».

Cuando pari a mi hija me sentí como ese volcán en erupción o esa catarata rebosando agua…

No dejéis de maravillaros con la preciosa fotografía y la belleza de sus imágenes, que se van solapando unas encima de otras hasta convertirse en el último reflejo de ese ojo que mira el mundo. Una mirada hambrienta de vida. Vivid intensamente, porque estaremos aquí sólo un instante.

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Su nombre es…

Cada mujer vive su embarazo de forma distinta y el resto del mundo no parece entender eso cuando la bombardean con las mismas preguntas una y otra vez: «¿Sabes ya si es niño o niña?», «Pedirás epidural, ¿no?», «¿Tiene nombre la criatura?»…

A la gente le cuesta aceptar que haya personas diferentes a sí mismos, con formas de pensar diferentes, con inquietudes diferentes. Hay mujeres que no desean saber el sexo del bebé, por ejemplo, y otras que no piensan en un nombre para la criatura hasta que no ven su carita. Pero la gran mayoría se sienten presionadas por la sociedad a dar respuestas en los tiempos establecidos.

En mi caso cambié de opinión varias veces en diferentes aspectos según avanzaba mi embarazo. Primero pensé que no quería saber el sexo del bebé hasta que naciera, pero después sentí la necesidad de llamarle por su nombre incluso en mi vientre. Así que supimos que sería una niña y su nombre Zoe.

Disfrutaba imaginando a mi pequeña crecer sumergida en líquido amniótico, hacer muecas, soñar, reír, tragar, hipar, dar vueltas. Pasaba horas tocando mi tripa y mandandole energía positiva, explicándole lo mucho que la deseábamos y las ganas que teníamos de que naciera. Le decía «todo está bien aquí afuera», «te va a encantar esto, hija»…

Un día en casa me vino la inspiración y escribí esta canción (podéis escucharla a continuación):

 

SU NOMBRE ES ZOE

Si quiere da la vuelta y se esconde mirando tras sus pies,
y si se aburre hace un redoble contra la pared.
Escucha atenta conversaciones que no acaba de entender.
A veces siente que siempre hay algo más

(Estribillo)
Su nombre es Zoe.
Su nombre es Zoe.
Llamadla Zoe.
Su nombre es Zoe.

Le gusta el calor de su habitación, tan oscura.
Siempre desnuda y con imaginación sueña muda.
«¿Y si bailando salgo al exterior?» Se pregunta.
Descubrirá ella misma si hay algo más.

(Estribillo)

«¿Y si no estás? ¿Y si no hay más que mis propias dudas?
Tal vez mi mundo acabe aquí. No hay más preguntas.
Y si es así, ¿quién me cantó aquella historia de un lugar por descubrir?
¡Yo sé que está ahí!»

Cabeza abajo espera con ilusión. Empapada.
Y juega enredándose a aquel cordón. Bucles de agua.
La cuenta atrás se acerca cada vez más, nos separa.
En primavera el sol la iluminará.

(Estribillo) (bis)

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Discos de lactancia: Todo un mundo por descubrir

Hay mujeres que jamás usan discos de lactancia. Ese no es mi caso y si tú eres de las mías, quizás te hayas visto en la misma tesitura que yo, intentando encontrar el «disco perfecto».

Desde que nació Zoe he probado infinidad de discos, porque entre otras cosas, tuve una mastitis subclínica y cualquier cosa que rozara mis pezones me hacía ver las estrellas y parte de la galaxia. Además, siempre he tenido pérdidas de leche, y en más de una ocasión me he visto obligada a llevar camisetas de repuesto en el bolso.

Durante mi puerperio recuerdo explotar en mil lágrimas cuando notaba empapado el pijama por la noche y me sentía incómoda por la humedad. Pensé que jamás sería capaz de controlar todo ese desbordamiento que brotaba de mis pechos y, aunque siempre quise amamantar a mi hija y en eso no dudé, se me hacía un mundo «dar la teta» al principio.

Por suerte el cuerpo es muy sabio, y si se da el pecho a demanda, mamá y bebé se autorregulan y hacen que el pecho produzca lo necesario en cada momento. Ni una gota más, ni una menos.

Como he probado varios tipos de discos, os quiero mostrar mi experiencia con cada uno de ellos y otras opciones o accesorios, para que ese inicio de lactancia sea lo mejor posible. Ahí va:

  • Discos de celulosa desechables «Hippos» del mercadona:
Caja de discos de lactancia desechables Hippos

Caja de discos de lactancia desechables Hippos

Estos discos desechables los he usado mucho, pero a mi manera. Me explico: nunca pude usar discos de celulosa, pero, hay que ser franca, nada absorbe más. Así que de noche los usaba como empapadores, tumbada de lado, colocándolos uno debajo del pecho que alimentaba a mi hija y el otro en el canalillo, para que lo que goteara, cayera sobre el disco. También durante el día, cuando estaba con la mastitis, en casa siempre iba con el pecho al descubierto y los dejaba en la parte baja del sujetador de lactancia para que hicieran el mismo efecto empapador.

  • Discos de lactancia lavables «siempre-seco»:
Imagen sacada de www.ohlaluna.com

Imagen sacada de www.ohlaluna.com

Los prové porque no eran celulosa, y aseguraban un «siempre seco». Por mi mastitis me aconsejaron tener el pecho seco el máximo tiempo posible para evitar la proliferación de bacterias y más en mi caso, que llegué a tener unas grietas horribles. Su efecto seimpreseco se consigue gracias a una capa en contacto con la piel de polipropileno y poliester. Estos discos son muy absorbentes, cierto. Pero a mí no me fueron del todo bien ya que son muy grandes (y yo tengo el pecho pequeño) y no tienen adesivo, por lo que bailan muchísimo en el sujetador. Además, la textura tipo forro polar a mí me picaba un poco.

  • Discos de seda /lana lavables. (Terapéuticos):
Imagen sacada de www.ohlaluna.com

Imagen sacada de www.ohlaluna.com

Estos discos los compré animada por su carácter terapéutico. La seda tiene propiedades curativas en contacto con la piel, de hecho se ha usado como vendaje natural desde la antigüedad, además es un tejido vivo; al igual que la lana, la cual tiene propiedades absorbentes y transpirables. Pero en mi caso, no sé muy bien por qué, se me puso el pezón muy rojo y me escocía. Quizás se estaba dando eso de «si duele es que cura», pero yo no los aguantaba. Conmigo no funcionaron.

  • Discos lavables de algodón orgánico:
Imagen de www.tetatet.es

Imagen de www.tetatet.es

Estos han sido los únicos discos de lactancia que yo he podido llevar sin molestias sobre el pezón. La imagen está sacada de la web de Tetatet porque fue donde los compré yo, pero se pueden encontrar en muchas tiendas, tanto físicas como online. Se trata de discos de algodón orgánico que tienen un contacto con la piel súper suave. La capa interior es de tela de PUL que hace las veces de hipermeable. El inconveniente que yo veo de estos discos es que absorben poco (por lo menos en mi caso que tengo muchas pérdidas de leche) y que no tienen efecto siempreseco.

  • Conchas recolectoras de leche:
imagen de www.ohlaluna.es

imagen de www.ohlaluna.es

Estas conchas o copas o como las queráis llamar, no son discos de lactancia, pero en mi caso fueron de gran ayuda cuando no soportaba ningún roce en el pecho. Se trata de unos pequeños dispositivos realizados en silicona flexible, que se ajustan suavemente sobre el pecho y van recogiendo la leche que gotea. Cuando salía a la calle sobre todo y me veía obligada a no llevar el pecho al descubierto, eran la opción ideal. El inconveniente que pueden tener es que la presión que ejerce la concha sobre el pecho (aunque es ligera) puede llegar a obstruir alguno de los conductos galactóforos y esto es una de las causas de mastitis. Con lo cual yo dejé de usarlas en cuanto me enteré.

Bueno, pues este ha sido el mini resumen de los tipos de discos que conozco y que he usado. Yo creo que a cada mujer le va bien un tipo de disco diferente y mi recomendación es ir probando hasta dar con «EL DISCO». De hecho, puede ser que a lo largo del periodo de lactancia te vaya bien discos distintos. Yo, a día de hoy, lo que me he inventado, con la lactancia ya establecida y recuperada de la mastitis, es llevar los discos de algodón entre tomas y cuando le doy el pecho, colocarme de forma provisional unos de celulosa para esas abundantes pérdidas de leche. Por la noche siempre duermo sin sujetador y uso los discos desechables como empapadores sólo cuando mama mi hija.

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¿Cómo ser madre primeriza y no morir (de amor) en el intento?

Cómo no morir de amor cuando:

  1. Acaricias con tu manita mis mejillas
  2. Me despierta cada mañana tu sonrisa
  3. Mis brazos hacen de tu cuerpo su lugar favorito
  4. Haces pedorretas con mi pezón dentro de tu boca
  5. Te quedas dormida escuchando los latidos de mi corazón
  6. Cantas canciones mientras mamas de mi pecho
  7. El cielo es más azul y brillante en contraste con tu pelo naranja
  8. Me miras de soslayo si alguien te coge en brazos sin tu permiso
  9. Te abalanzas contra mí, mordiéndome la barbilla
  10. Siento que has cambiado mi rumbo y mi destino en esta vida, siendo tu mirada mi guía y mi maestra.

Amor infinito

Hoy he enumerado diez motivos aunque la lista es infinita. ¿Cuáles son los tuyos? ¿Has sobrevivido al amor de tu bebé?

 

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La importancia de los relatos de parto

Mucho antes de quedarme embarazada sentí el deseo de ser madre. Seguro que sabes de lo que estoy hablando. Y disfrutaba leyendo cualquier relato de parto que caía en mis manos. Era feliz visualizando en mi mente a esas mujeres pariendo e imaginando cómo sería el día en el que mi hij@ decidiera nacer.

Agradezco enormemente a cada mujer que quiso compartir su parto, que me invitó a acercarme a su intimidad, que me ayudó a focalizar un parto en salud. Gracias, en gran parte, a esos relatos que leí, yo tuve el parto que tuve; porque sentí conmigo a cada una de ellas ese día. Cuando una mujer comienza su trabajo de parto y está conectada con su cuerpo y sexualidad, siente la fuerza de todas las mujeres que se empoderaron en el suyo.

Aquí os dejo mi relato: una gota más para agrandar el inmenso mar que nos une a todas.

EL MEJOR NACIMIENTO PARA MI HIJA

Cuando supe que estaba embarazada mil emociones recorrieron mi cuerpo: alegría, duda, miedo, euforia, ternura… y mil preguntas llenaron mi mente. Una de ellas fue “dónde y cómo parir”. Siempre imaginé un parto respetado donde mi hija y yo estuviésemos en paz y conexión para hacer un buen trabajo en equipo llegado el momento. Durante todo el embarazo me empapé de toda la información posible acerca del proceso fisiológico del parto, visioné partos respetados y leí todo relato de parto positivo que caía en mis manos. A través de la asociación El Parto Es Nuestro (a la que pertenezco desde hace año y medio), recibí toda la sabiduría y experiencia del resto de socias así como información veraz basada en la evidencia científica.

No quería correr riesgos en mi parto. Para mí era importantísimo conocer de antemano al equipo que me iba a asistir y elegir el lugar más respetado y seguro  para el recibimiento de mi hija. Ese lugar era mi casa, nuestro hogar.

Algunas personas a las que les conté que pariría en casa me decían “qué valiente”. No entendía muy bien que ser valiente significa decidir algo por ti misma de una forma consciente e informada, valorando los riesgos y decantándote finalmente por la opción más segura. Hubiera sido mucho más valiente por mi parte, desde mi punto de vista, ponerme en manos de cualquier “ginesaurio” desconocido que bajo un protocolo X de un hospital público o privado quisiera otorgarse todas las medallas al realizar una satisfactoria extracción vaginal, o (inne)cesárea, o parto instrumental con su consiguiente episiotomía.

Con la idea de parir en casa emprendí la búsqueda de un equipo cualificado de matronas que asistieran partos domiciliarios. Y en esa búsqueda topé con Anabel Carabantes. Desde el primer momento supe que sería ella la persona idónea. Tuvimos tiempo de conocernos a fondo durante el embarazo, asistiendo a los utilísimos talleres que imparte en el centro de Madrid junto a su equipo (Paca y Aythami). Creamos lazos y una relación de confianza, para mí fundamentales (estas personas entrarían en mi casa y me acompañarían en el momento más importante de mi vida hasta la fecha).

Y el momento llegó.

Zoe quiso nacer un 6 de abril. Yo llevaba con pródromos desde hacía dos semanas y cuando expulsé el tapón mucoso el día anterior por la tarde, pensé que era otro paso más en el lento ejercicio de preparar el terreno. Pero esa noche, sobre las seis de la madrugada me levanté al baño y vi sangre en mi ropa interior. Llamé a Anabel y me dijo que me relajara, que estaba borrando el cuello del útero y que esto solía ir para largo, que me fuera a dormir y si notaba alguna contracción fuerte la volviera a llamar. Así hice, y a pesar de despertarme el dolor de alguna contracción, no la consideré tan fuerte como para molestar a mi comadrona.

Entonces a las ocho de la mañana algo me despertó. Noté un leve chasquido dentro de mí que me hizo romper aguas. Ahí pensé “qué guay”. Fui al baño y vi que tenía empapado todo el pantalón del pijama. Así que llamé a Anabel: “creo que he roto aguas”, “pues enhorabuena, estás de parto. En media hora estoy allí”. Miré a mi chico y sonriendo le dije “estoy de parto”. A continuación mandé un whats app a mi hermana con el mismo mensaje que tardé como cinco minutos o más en escribir.

Yo estaba muy consciente, de hecho empecé a pensar en todo lo que había preparado: la música, las piedras, la bañera, el vestido con el que quería parir… pensé “voy a ponerme las lentillas” y aunque lo intenté no pude, porque en cuanto venía la contracción solo podía centrarme en respirarla, no existía nada más en el mundo que esa sensación de apertura. Mi chico utilizó la adrenalina que le corría por las venas para recoger y limpiar un poco la casa antes de la llegada de Anabel, algo que agradecí enormemente porque me dejó espacio para estar conmigo misma y conectar con Zoe.

Entonces me dí cuenta de que la cosa marchaba, las contracciones cada vez eran más seguidas y efectivas. Yo visualizaba el camino que iba haciendo mi hija dentro de mi, mientras paseaba por casa y me agachaba de cuclillas agarrada a cada radiador de pared, mesa, sofá, pelota… cuando me invadía la contracción. Aún así, era muy llevadero y completamente soportable. Sí es verdad que cada contracción me dejaba más cansada que la anterior, incluso recuerdo alguna que me hizo temblar las piernas.

En algún momento, entre contracción y contracción, pensé “me quiero dormir. Tengo que tumbarme” y así lo hice, me fui a la habitación y me tumbé de lado en la cama. Cuando venía la contracción me tiraba al suelo como podía para colocarme de cuclillas agarrada a la mesita de noche y así respirar mejor cada ola de dolor. En una de esas apareció mi comadrona querida. Al verme subir y bajar de la cama me aconsejó ponerme a cuatro patas o apoyarme sobre unos cojines en la cama, pero a mí me daba una pereza tremenda cambiar de postura. Yo quería datos y le dije “quiero saber de cuanto estoy, Anabel”. Me hizo un tacto aprovechando un descanso pero aguantó durante la contracción (cosa que me dejó baldada de dolor), me pidió perdón y me dijo “perdona, pero quería asegurarme. No te lo vas a creer: ¡estás de ocho tía!”. En ese momento olvidé todo el cansancio y la adrenalina se apoderó de mí. Tenía unas ganas tremendas de empujar. Mi chico y Anabel empezaron a colocar los plásticos de pintor y los protectores sobre la cama, haciéndome rodar de un lado para otro entre contracciones. La cosa iba muy muy rápida.

La fuerza que sentí con cada pujo es algo indescriptible. Mi cuerpo iba solo, yo únicamente focalizaba la energía hacia abajo y de mi boca salían sonidos que desconocía hasta ahora. Pensé en fuerzas de la naturaleza como terremotos, tsunamis, volcanes, tornados… todo aquello rugía en mi interior y hacía que mi hija y yo nos separáramos violentamente. Recuerdo que incluso en algún momento grité «me voy a morir», porque en parte parir resulta tan desconocido y brutal como la muerte. En contraposición, entre cada contracción sentía un placer inmenso. El cóctel de oxitocina y endorfinas hacía su trabajo y me mantenía en un estado entre consciente e inconsciente que no había experimentado jamás.

Fueron cinco pujos: dos preparatorios, donde poco a poco fueron asomando las melenas rojas de mi pequeña. El tercero hizo que Zoe sacara su cabeza, dejando todavía su cuerpecito mojado dentro de mí. En el cuarto pujo dudé si había tenido una niña o un pez porque su cuerpo resbaló como una colita de pescado y me hizo muchas cosquillas. Nadie tiró de ella, nadie le ayudó a salir. Quedó tendida sobre la cama y empezó a respirar como si lo hubiera hecho nueve meses atrás. No lloró nada.

Yo no podía ni incorporarme, solo decía “mi niña, mi niña”, así que Anabel la cogió en brazos y me la dio todavía desnuda y llenita de vérnix caseosa. La sostuve en mi regazo, piel con piel y abrió los ojos. Esa mirada la tengo grabada a fuego en mi mente. No la olvidaré jamás.

El quinto pujo fue el alumbramiento de la placenta, que salió toda gordita y bien sana.

Parto en casaFue un parto que duró dos horas y media desde que rompí la bolsa. Sin drogas, sin intervenciones médicas, donde mi periné quedó intacto tras el parto. Con asistencia profesional, acompañada de quien quise y arropada por quien amo. En mi hogar.

Mi hija nació con dignidad, como se merecen todos los niños del mundo; y yo fui tratada con enorme respeto en mi parto, como merece cualquier mujer.

Siempre imaginé que sería un parto de noche, con música, muy tranquilo, quizás en la bañera… Y sin embargo fue a la luz del día, fugaz y brutal. Y es que mi hija tuvo el mejor nacimiento. Tan bueno que, claro, era difícil de imaginar.

Estoy deseando conocer tu historia. Cada relato de parto nos hace crecer como mujeres y madres. ¿Te animas a compartir tu relato?

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